El caso de Silvina Luna es sin dudas la punta de un gigantesco iceberg, cuyo abultado tamaño es directamente proporcional al deterioro moral y cultural de nuestra sociedad, donde hemos perdido valores, principios y costumbres, que otrora época supieron ubicarnos entre las naciones más desarrolladas del planeta.
Dos décadas aplicando paradigmas que en otros lugares del mundo han fracasado, sólo nos han dejado una situación de acefalía tanto política como moral, donde el dirigente por su propio accionar ya no es el ejemplo a seguir, donde no se respeta al docente, al policía, o los ancianos, ni nada que pueda ostentar la más mínima idea de autoridad, dejándonos atónitos frente a aquellos grandes elefantes blancos, que vacíos de contenido y resultados, muchas veces terminaron siendo simplemente un lastre para un estado cada vez más agigantado e ineficiente.
Uno de los grandes elefantes blancos en nuestro país, es sin dudas el de la educación, donde los resultados son cada vez más paupérrimos, si nos comparamos con nuestra región, y mejor ni hablar del resto del mundo.
Pero el Ministerio de la Mujer es sin dudas el más paradigmático de todos, ya que manejando un presupuesto millonario (superior a los 50.000.000.000$) en un país con más del 40% de la población por debajo de la línea de la pobreza, no ha podido lograr las herramientas necesarias para disminuir el número de femicidios, ni ha sido capaz de despolitizar (un término desconocido para todos los partidos políticos) sus propios reclamos frente a casos muchas veces aberrantes, como el del abuso sexual que involucra al ex gobernador de Tucumán (José Alperovich), o el crimen de Cecilia Strzyzowski en el Chaco.
Quizás uno de los pocos éxitos de este Ministerio, haya sido imponer en los medios de comunicación la figura de la enorme diversidad sexual (en realidad de géneros) con la que contamos hoy por hoy, lo cual es plausible si tenemos en cuenta que transitamos por una sociedad que aún muestra resabios de su viejo y rancio machismo marcado por su matriz homofóbica, aunque supongo que nos hubiera resultado más económico luchar férreamente contra la discriminación sexual, antes que crear tamaño elefante blanco como el ministerio en cuestión.
Otra falencia de las denominadas políticas de género, ha sido la escasa intensidad con la que se han abordado los denominados trastornos de la conducta alimentaria (PCA), más conocido por alguna de sus típicas enfermedades como la bulimia y la anorexia, que tanto afectan a nuestros adolescentes.
El aumento de estas enfermedades, y su relación con los cánones de belleza impuestos en la sociedad occidental, tales como la delgadez, las curvas y ciertas medidas corpóreas, hacen que sea necesario un tratamiento adecuado sobre el contenido publicitario en la televisión, como así también en las redes sociales.
En estas últimas se da un caso llamativo, donde se pueden observar en muchos perfiles de mujeres como estas mismas apelan a la semi desnudez, tratando de alcanzar una popularidad que en realidad nada le aporta, y contradiciendo a la vez aquel legado que el colectivo feminista supo durante algún tiempo ostentar, contra la cosificación de la mujer.
Llega la primavera y junto con ella aflora una pigofilia masculina, que si bien es de larga data, ha crecido durante los últimos tiempos, producto de errores que sistemáticamente hemos cometido como sociedad de consumo, y los que evidentemente debemos corregir si no queremos más casos Silvina Luna, como así también por aquellas "miles de Silvinas" que han luchado y luchan a diario contra una sociedad, que muchas veces actúa bajo las reglas del más básico determinismo biológico, olvidando por momento la espiritualidad de la belleza femenina, y no enseñándole a nuestras adolescentes que existen otros valores más importantes que unas simples medidas corporales o una elegante cola.
Fornerón, Daniel
DNI 16958597