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  LUNES 17/02/2025
“Salir de Cuba es como entrar en una máquina del tiempo”: Daymé Arocena
“Salir de los años 60 y montarse directamente en el presente”.

 

Daymé Arocena (La Habana, 1992) dice que algunas personas temen llamarle “negra”.

 

“Es como si fuera una palabra hiriente”, comenta la cantante y compositora conocida por fusionar la música afrocubana con jazz, soul, funk y otros géneros contemporáneos.

A principios de diciembre y visitó las oficinas de BBC Mundo en Miami, antes de presentarse en el restaurante Kubacabana en el oeste de la ciudad.

En noviembre subió al escenario de los Latin Grammy, también en Miami, luego de ser nominada a mejor canción por “A fuego lento”, que produjo con el dominicano Vicente García, y que es parte “Alkemi”, su quinto álbum de estudio.

Arocena creció en una familia numerosa del barrio Santos Suárez de la capital de la isla caribeña.

Pese a su éxito, cuando caminaba en su vecindario, en ocasiones, decidía cambiarse de acera por no enfrentar abuso y racismo.

Una violencia, asegura, de la que le costó sanar, y que incluso enfrentó -y enfrenta- en la industria musical.

La misma ciudad que fue epicentro de su dolor, también la formó en la música.

A los 10 años ingresó al conservatorio Alejandro García Cartula, en el que estudió música clásica.

La Habana también fue el lugar en donde conoció los géneros musicales presentes en su obra, que de igual modo está influenciada por ritmos yoruba, una fe que practica.

Desde 2017 vive en Puerto Rico, luego de pasar un tiempo en Canadá, y de haber escapado de Cuba después de que el gobierno de la isla cuestionara su arte y lo tachara de “capitalista”.

"A fuego lento"

-Comenzaste a escribir “A fuego lento”, la canción por la que estuviste nominada a los Grammy Latinos, cuando eras una adolescente, pero dices que la terminaste hace poco, cuando encontraste un amor que te hizo sentir “sensual” y “espiritualmente completa”.

Fui una niña muy insegura. Si veía a un grupo de gente en mí misma cuadra, cruzaba a la otra acera. Prefería darle una vuelta al barrio antes que chocar de frente con la gente. Tenía una percepción muy distorsionada de mi físico y de lo que proyectaba. Y es que en Cuba el acoso es generalizado, no hay un filtro.

En la isla, si te vas a lugares como Santiago o Guantánamo, hay mucha gente que es tan oscura o más que yo. Pero en La Habana, que es de donde soy, si bien hay muchas personas negras, no tantas como para que se normalice y no haya acoso.

Me tomó mucho cambiar esa percepción de mí. Una de las cosas determinantes en mi vida para transformar esos pensamientos, fue viajar. Por Europa, Oceanía, América Latina… y también algunos países de África. Mi cosmovisión, cómo yo me percibía, cambió por completo.

Hubo personas en esos viajes que comenzaron a decirme que soy linda. Es importante que los demás te hablen desde un espacio positivo. Una no nace con las dudas sobre sí misma, sino que te las hacen sentir los demás.

Si creces en un ambiente donde las personas te dicen constantemente que eres fea, que por tu color de piel no eres atractiva, si hay personas que te ‘monstrifican’ y comparan con un animal, de cierto modo empiezas a creer eso, y hasta que no se cambie el ambiente, pues tu visión se concentra en lo que la gente dice de ti.

Es importante hablar alto y claro sobre esto, y que gente como yo, que hemos sufrido este tipo de ataques y hoy estamos en otra posición, comuniquemos lo que vivimos para ayudar a sanar a los demás.

-En muchos lugares del Caribe existe la idea de que esta región no es racista, por el hecho de ser una mezcla muy clara de culturas.

Hay un problema en decir ‘negro’, como si eso fuera hiriente. A una persona blanca se le dice blanca, si una persona es rubia, es rubia. Hay gente que le da muchas vueltas a cómo llamarme, me dice morena, mulata, etc. Me pregunto por qué no me dicen negra, si es lo que soy. No hay un problema con eso. El racismo está tan inoculado, que no nos damos cuenta hasta dónde llega.

Yo vivo en Puerto Rico. Recuerdo que cuando llegué y escuché una canción sobre la isla que se llama “Preciosa”, me llamó la atención que para describir a Puerto Rico, decía que tenía la hidalguía de España y el fiero cantío del indio. El único momento que menciona a los negros, es para decir negra maldad.

Se asocia el color negro con todo lo malo, con lo negativo, cuando es un color tan útil. Uno se viste constantemente de negro. Es un color elegante, espectacular para todo lo que se use. Es el color de la noche, la nocturnidad, el ser bohemio, artístico y soñador.

-¿Cuáles son los retos que enfrentan las personas negras en Cuba?

Cuba es un país con un lastre de represión y dictadura.

Te daré un ejemplo concreto. La mayoría de los manifestantes del 11 de julio que hoy todavía están presos, son personas negras. Muchas personas blancas que protestaron ese día, ahora mismo están en el exilio.

Ahí se ve la manera en la que somos tratados.

Uno de los activistas y artistas más importantes que participó de las manifestaciones, Mykael Osorbo, está cumpliendo ocho años de prisión. Él es ganador del Latin Grammy por la canción “Patria y Vida”.

Luis Manuel Otero Alcántara está preso, y es un artista visual muy importante.

Pero otros músicos que también han hablado alto y claro sobre el tema de la dictadura y la opresión en Cuba, hoy están en España o Miami.

-¿Revisitar la historia sería una solución al problema del racismo?

Crecí en una casa de personas negras, una casa en donde vivían 14 personas en dos cuartos.

Era un núcleo de personas negras, y allí se veía racismo.

Me decían que no bailara de una forma en específico porque me veía vulgar. Si me movía demasiado o hacía twerking, me decían que no hiciera esos movimientos.

Se trataba de personas negras intentando protegerme de lo que me podía pasar por ser demasiado negra para el mundo.

Tu familia te empieza a frenar por lo que te puede costar ser negra en la sociedad.

Todas estas lecturas hay que desmontarlas, entender de dónde vienen.

La mirada eurocentrista es mucho menos sexual, a las personas que estamos arraigadas al continente africano se nos despoja de eso.

-“Alkemi”, el título de tu más reciente disco, significa alquimia en yoruba. ¿Cómo influye tu religión en la música que haces?

No hago que converjan, están interconectadas. No hay manera que yo pueda desligar una cosa de la otra. La diferencia con otras personas es que no lo escondo.

A la gente le da terror mostrarse tal cual es. No te imaginas cuánta gente conozco, artistas, músicos, gente influyente, que son tan santeros como yo y les da temor hablar sobre lo que practican, simplemente porque se han comido el cuento de la satanización, y no se apoderan de toda esa identidad cultural, espiritual y ancestral que les corresponde.

Cuando me haces una pregunta como esa, lo único que te puedo contestar es que no le tengo pena ni miedo.

Soy una estudiosa de estos temas, y entenderlos desde una postura más allá de una práctica religiosa y espiritual, entenderlos estructuralmente y académicamente, me convence de no avergonzarme.

-¿Cómo fue el proceso de salir de Cuba?

En Cuba no tienes derecho a preguntar, no tienes derecho a cuestionar ni a entender.

Choqué con esa pared, me asusté, me sentí acorralada y me fui.

El proceso me ha hecho aprender muchísimo, no es lo mismo viajar como lo hacía yo, que tener que encajar en un mundo que no era el mío.

Salir de Cuba es como entrar en una máquina del tiempo. Salir de los años 60 y montarse directamente en el 2024.

Aún sigue siendo un proceso de mucho aprendizaje, de mucha humildad. Todo lo que yo creía que sabía- me lo he guardado en un bolsillo y he estado dispuesta a aprender desde cero. Absorber lo que me pueda enseñar este nuevo mundo.

Hay músicos muy talentosos que tenían una carrera espectacular en Cuba, que no han logrado conectar con la industria. No tienen la humildad de dejar a un lado lo que eran en Cuba, y entender que aquí son bebés que tienen que guardarse lo que saben y estar disponibles para que otros les enseñen.

Tengo amigos, panas, gente que me abraza de muchos lugares. Ciertamente a día de hoy, ya no siento que pertenezco a un lugar en específico.

-Has dicho que de la industria musical te han hecho sentir excluida de muchas maneras. Puedes contarnos de alguna situación específica.

Cuando terminé de cantar en los Latin Grammy de este año, al salir, una persona muy cercana me dice: “Daymé, no sé si soy yo, ¿pero tú fuiste la única negra que cantó aquí?”.

Le dije que una muchacha participó entregando un premio y otra cantó como parte de una banda.

A mi entender, estuvimos tres negras en un escenario que celebra la música latina. Y quienes cantamos, lo hicimos como parte de un conjunto, no presentaciones individuales.

La industria latina se nutre de nosotros. No se podría hablar de industria latina sin la afrodescendencia. No se podría hablar de la salsa, ni de la bachata, ni del merengue, ni del reguetón sin la herencia negra.

Cuando pasa algo como lo que cuento, vemos un claro ejemplo de cómo la estructura de la música latina al día de hoy, todavía no crea los espacios para gente como yo.

Para la industria, la música es parte del mercado, lo que no necesariamente está mal. Pero en su intención de vender y canjear, no concibe a las personas negras como visiblemente atractivas.

La gente negra que canta este tipo de música, baila este tipo de ritmos, está bien para un espacio cultural, pero no para un espacio industrial. Está bien para un espacio folclórico, pero no para un espacio comercial.

-Para el proceso de crear “Alkemi”, te mudaste a Puerto Rico. ¿Cómo te ha cambiado la isla?

Puerto Rico es un gran espejismo, me hace pensar que estoy en Cuba. Me vende esa fantasía y yo se la compro. Es la misma tierra, es la misma playa, son las mismas olas, el mismo sol. Eso me hace bien.

Puerto Rico me hizo entenderme como caribeña, yo no sabía lo que era eso. Me ayudó a crear alianzas artísticas y musicales muy lindas, con músicos tanto puertorriqueños como dominicanos, con los que nunca antes había conectado.

Esa isla ha cambiado mi manera de ver la música, me ha hecho entenderla de una forma moderna.

Yo venía de hacer música como se hacía hace 50 años, de una forma más tradicional. Pero ahora hay un montón de datos tecnológicos, que si no fuese por Puerto Rico, nunca los hubiese entendido.

Aunque antes viví en Canadá y viajé a muchos países, si la información no viene de una persona con la que puedes conectar, un hermano que viene de tu misma raíz, que te dice cómo la puedes usar y combinarla, no la internalizas.

No importa cuántas veces pisé Europa, nunca entendí la música electrónica. No veía cómo podía combinarla. Tuve que llegar a Puerto Rico, escuchar a Bad Bunny y cómo en su música usa la bomba, un género local, para entender que esos mundos distintos se pueden combinar.

Eso fue posible porque la información vino de gente como yo, de gente que nació con tambores en la mano.

Escogí el mejor lugar del planeta para estar.

(BBC News)

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