MARTES 15 de Abril
MARTES 15 de Abril // GENERAL PICO, LA PAMPA
Seguinos en
Compartir
Twittear
  JUEVES 10/04/2025
Murió Luis Felipe “Yuyo” Noé, artista clave de la renovación argentina
El pintor, escultor y escritor tenía 91 años y fue fundador del movimiento “Otra figuración”, representante nacional en la Bienal de Venecia y ganador de múltiples premios y becas como la Guggenheim, pero, sobre todo, una persona desinteresada que nunca dudó en ayudar a sus colegas.

A los 91 años, murió Luis Felipe Noé. ‘Yuyo’, artista esencial del arte argentino, y sobre todo, un enorme ser humano, generoso con los suyos, dueño de una vitalidad incansable, que pintó y escribió hasta los últimos días.

Yuyo fue esa clase de artista que a su producción pictórica y escultórica, además le sumó pensamiento, análisis, una mirada sobre el mundo que trascendía el acto creativo en el espacio. Hace unas semanas presentó en el Museo Moderno ‘Asumir el caos’, libro de 500 páginas en el que estuvo trabajando por años, y donde pudo expresar todo su pensamiento.

“El caos es la vida misma y hay muchas cosas que son maravillosas, porque ahí está todo, hasta lo bueno. Lo que pasa es que no nos damos cuenta porque creemos que solamente es lo malo. Está todo mezclado. En los momentos de orden y tranquilidad se está gestando todo el desbole, porque el escenario del caos es el tiempo. El caos no es un concepto, es una vaga concepción, tan vaga como el tiempo. No hay nada más misterioso que el tiempo, y la prueba está en que hasta los mismos científicos no han podido definirlo. Y el caos es la vivencia del tiempo”, dijo en una entrevista.

Siempre predispuesto para dar una mano o dar consejos, Noé era un artista presente no sólo desde su producción, sino también como público en muestras de sus colegas, tanto de aquellos que ya conocía desde hacía tiempo, como también para ver lo que hacían los jóvenes. Era habitual, dentro de sus posibilidades, verlo llegar con su caminata pausada y su bastón, acompañado de algunas de las artistas que trabajaban con él la Fundación Noé de San Telmo: Cecilia Ivanchevich, Natalia Revale y Lorena Alfonso.

Una familia intelectual

Yuyo (Buenos Aires, 1933) nació en el seno de una familia intelectual, y tuvo desde joven un entorno que fomentó su interés por las artes y las letras, especialmente por parte de su padre, Julio Noé, un destacado intelectual que dirigió la revista Nosotros, fundamental en la vida literaria de Buenos Aires a principios del siglo XX, y que cuando el artista nació, ya había publicado dos antologías sobre poesía nacional alabadas por Jorge Luis Borges.

“Entre mis primeros recuerdos se encuentra una biblioteca repleta que tenía dos filas en cada estante y cubría dos grandes paredes del escritorio de mi padre”, escribió en El ojo que escribe, dedicado a su padre.

“Puedo decir que tengo dos lenguajes: la palabra, en español, en la escritura, y el de la pintura, pero eso viene un poco de mi familia. Cuando yo nací mi padre tenía 40 años y ya había publicado dos antologías de poesía argentina. Era secretario general de la revista Nosotros, que en los 40 era la publicación literaria más importante del país, y después la reemplazó Sur. Además, fue secretario general de una organización de señoras de la alta sociedad que se llamaba Amigos del Arte, que fue muy importante para realizar conferencias y demás. Traían a Ortega y Gasset, de quien mi padre fue amigo. Y también organizaban exposiciones de pinturas, la mayor parte de los pintores de toda esa época, desde Fader, de Quirós, Pettoruti, Xul Solar, etcétera, expusieron ahí”.

Ese encuentro primigenio con el arte lo marcó para siempre. Cuando iba al Salón Nacional con su padre, “así como los chicos reconocen marcas de autos”, Yuyo “decía ‘este cuadro es de fulano, este de mengano’”. Y que desde esa edad, supo que lo suyo era la pintura: “Siempre quise ser pintor, pero en esa época no se tenía la menor idea de cómo se enseñaba la pintura a los chicos. Yo dibujaba más que pintar, la pintura la tenía acá (se toca la cabeza), pero no tenía la práctica tanto de manejar colores”.

Crítico de Arte

Si bien ingresó a la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires en 1951, abandonó esta carrera para dedicarse al arte, formándose en el taller del maestro Horacio Butler, y continuando de manera autodidacta. En 1955 comenzó a trabajar en el diario El Mundo, donde ejerció como crítico de arte.

“Estuve 4 años paseando por los pasillos de Derecho, pero me sirvió para dos cosas: primero cuando me bocharon por segunda vez en derecho penal, me dije ‘esto no es para mí’. Después, en ese momento, Perón tenía muchos diarios intervenidos, y muchos periodistas se quedaron sin trabajo y había vacantes. El diario El Mundo era un caso y mi padre conocía al interventor, y ahí entré en el periodismo; al poco tiempo vi que no había crítica de arte y me animé a pedirlo. Tenía 23 años. Como crítico no lo hacía tan mal, porque respetaba a los artistas y así podía hacer lo que yo quería. Recién mi primera exposición la hice cuando tenía 26, tres años después. Entré al taller de Butler y esa fue mi formación”.

Atmósfera tormentosa

“No necesité nunca que nadie me explicase el arte moderno. Lo sentí siempre como un evidente reflejo del mundo en que vivía: la ‘atmósfera tomentosa’”.

Posteriormente, colaboró en las secciones políticas de otros periódicos como La Razón y La Prensa, mientras en paralelo continuaba formándose puertas adentro, hasta que le llegó su oportunidad en la emblemática Galería Witcomb, donde presentó su primera individual el 5 de octubre de 1959. Fue en este contexto donde entabló amistad con figuras como Alberto Greco, Rómulo Macció y Jorge de la Vega, quienes más tarde formarían parte del movimiento Otra Figuración. Comenzaba una nueva época para el arte argentino.

Luego de su presentación en sociedad, “todo sucedió muy rápido”. Tuvo individuales en Van Riel y Bonino, entonces la galería más importante de la escena, con su serie Federal, basada en el enfrentamiento entre unitarios y federales, que tuvo excelentes reseñas, entre ellas, una de Manucho Mujica Láinez , quien escribió para La Nación en 1961: “Sus óleos suntuosos, generosamente empastados, tratados con una libertad pujante, son un ejemplo. Y (por el tema, argüirán los resentidos; por la pasión honda y nuestra, contestamos nosotros) son, por fin en medio de la monótona internacionalización circundante, inesperadamente argentinos”.

Ese año, junto a Macció y De la Vega -además de Ernesto Deira, Sameer Makarius y Carolina Muchnik- la Otra Figuración, que buscaba superar la dicotomía entre figuración y abstracción, tuvo su debut como grupo en la galería Peuser, marcando un cambio significativo en la escena artística argentina.

Entre las obras más destacadas de Noé durante este período, se encuentra Introducción a la esperanza, ganadora del Premio Nacional del mítico Instituto Di Tella en 1962, y posteriormente donada al Museo Nacional de Bellas Artes. Esta pieza, que combina elementos de protesta política con una desestructuración formal del lienzo, refleja la visión crítica y experimental del artista.

Abandonar la pintura...

En 1965, se trasladó a Nueva York gracias a una Beca Guggenheim. Durante su estadía, presentó exposiciones en la Galería Bonino y participó en el Premio Internacional Guggenheim, donde su obra Carisma fue adquirida por la institución. Sin embargo, al finalizar esta etapa, el artista decidió abandonar la pintura por un período de nueve años, considerando que las instalaciones que había creado eran difíciles de transportar y comercializar.

A lo largo de su obra escultórica, Noe trabajó “en relación con el espacio circundante, convirtiéndose en un pionero de las instalaciones desde los años sesenta”, dijo Ivanchevich, en el marco de la muestra Visión quebrada, que se realizó en el Museo Mar en 2023.

Al inicio, sus instalaciones consistían en ambientaciones, creadas a partir de pinturas ensambladas dispuestas en las paredes de la sala, el piso, o colgadas del techo, y así creó en 1965 El ser nacional -reconstruida en 1993- en la que proyecta la fragilidad e inestabilidad de nuestra historia, tema que retoma en Instauración institucional (1994).

Por ejemplo, en Caja de espejos plano-cóncavos -de 1967 y recreada en 2011- puso en cuestión la reflexión y proyección del ser. En El arte de América Latina es la revolución, dio testimonio de su pensamiento militante, y en Reflexiones con texto y fuera de contexto (2000), incorporó la cita y relectura de distintos momentos de su obra artística.

A pesar de este alejamiento, Noé continuó explorando otras formas de expresión, como la escritura. En 1966 publicó el artículo En la sociedad pop la vanguardia no está en las galerías de arte, y comenzó a trabajar en el libro El arte entre la tecnología y la rebelión, que finalmente fue publicado en 2020.

El caos como estructura

Aunque su primera publicación fue Antiestética (Van Riel, 1965), una pieza crucial sobre su pensamiento: “Publiqué mi primer libro Antiestética, y ahí ya hablo de la asunción del caos, y del caos como estructura. Ese año, pero un poco después, empezaron a salir los libros de la teoría del caos, desde el punto de vista de la ciencia. Pero yo no sabía de eso, yo lo hacía desde mi experiencia artística. Así que genuinamente es un tema mío, mío”, comentó.

“Cuando empecé a pintar, pensé en pintar el campo a partir de la mancha, pero después a partir de buscar rupturas. Mi tema tanto para pensar como para pintar, siempre fue el caos. Desorden y orden son conceptos estáticos. El caos sucede en el tiempo. El tiempo es el escenario del caos. Y ese es el tema que me interesa”.

En el prólogo de Antiestética puede leerse: “Si la belleza era el antiguo altar de la estética, encontramos hoy erigida en su lugar a lo que antes se consideraba la esencia de la belleza, la unidad de la obra. Por conciencia de quehacer, y no por afán iconoclasta, es contra esta divinidad del arte que va dirigido este libro, porque su objetivo último es el caos como nuevo fundamento estructural”.

A esta publicación le sigueron Una sociedad colonial avanzada (De la Flor, 1971); Códice rompecabezas con recontrapoder sobre cajón desastre (De la Flor, 1974; Fundación Luis Felipe Noé, 2021); Mi viaje-Cuaderno de bitácora (El Ateneo, 2015); El caos que constituimos (Museo Nacional de Bellas Artes, 2017); En terapia (Galería Rubbers, 2018), El arte entre la tecnología y la rebelión (Argonauta, 2020), El ojo que escribe (Ampersand, 2024) hasta la ya nombrada Asumir el caos. En la vida y en el arte (El cuenco de plata, 2024).

Finalizada su beca, con el aval del New York School for Social Research, trabajó en un programa de lucha contra la pobreza, como director de un Centro Cultural Hispánico ubicado en un barrio principalmente portorriqueño, donde conoció a quien sería luego su esposa, Nora Murphy, con quien tuvo dos hijos, el cineasta Gaspar Noé y la artista Paula Noé-Murphy.

El uso de los espejos

En aquella etapa, además, desarrolló investigaciones sobre el uso de espejos en sus obras, experimentando con materiales como acrílico espejado para distorsionar la percepción del espectador.

En 1968, regresó a Buenos Aires, donde inauguró el bar “Bárbaro”, un espacio que se convirtió en punto de encuentro para artistas e intelectuales de la época. Aturdido por la muerte de su gran amigo de la Vega, en 1971, y también por consejo de sus seres queridos, incluso de sus alumnos -ya que se desempeñaba como profesor entonces-, comenzó ese año a realizar terapia psicoanalítica, que lo llevó a explorar nuevas temáticas (estos dibujos, reunidos en el libro En terapia, y que pudieron verse por primera vez en Terapia, la muestra del Malba de 2021). A partir de allí se produjo su regreso a los lienzos.

'Esto no tiene mombre'

En 1975 presentó una exposición en la galería Carmen Waugh con dos series: La naturaleza y los mitos, y Conquista y violación de la naturaleza, y un año después, tras el golpe de Estado cívico-militar en Argentina, se exilió en París, donde continuó su labor artística y docente, y desde donde envía para una nueva exposición en la galería Carmen Waugh, tres cuadros de gran formato, titulados Esto no tiene nombre, en alusión a la situación política de la Argentina.

Durante esta etapa, realizó exposiciones en París, Madrid y también Buenos Aires, ciudad a la que viaja anualmente a partir de 1978. En uno de esos viajes, pasa tres semanas en el Amazonas invitado por el poeta brasileño Thiago de Mello, encuentro que afecta su relación con el paisaje, y dio inicio a una serie de instalaciones inspiradas en el paisaje como Estructura para un paisaje.

En 1986 ganó el premio de la Fundación Fortabat con la obra Recuerdo del diluvio, y ese mismo año pintó la obra En la maraña, que es parte del acervo del MNBA. Entre otras distinciones, ganó el Gran Premio de Honor del Fondo Nacional de las Artes de la República Argentina (1997), el Premio de Honor Konex por pintura (1982, 1992 y 2002), a la trayectoria del Salón Nacional de Artes Visuales (2019), el Konex de Platino (1994) y Konex de Brillante (2002), además del Gran Premio del Salón Manuel Belgrano (2002).

Empieza el reconocimiento

Un año después se instaló definitivamente en Buenos Aires, donde su obra comenzó a recibir un reconocimiento más amplio: el Museo Sívori organizó una retrospectiva de su carrera, y la historiadora Mercedes Casanegra publicó un libro sobre su trayectoria. En los años siguientes, el artista exploró nuevas tensiones entre historia, texto e imagen, como en la obra Tormenta en la Pampa, Homenaje a una pintura escrita por Sarmiento (1991).

Durante los ‘90, publicó libros de ilustraciones y retomó la creación de instalaciones, como Instauración Institucional (1994), exhibida en el MNBA, y en 1997, recibió el Gran Premio de Honor del Fondo Nacional de las Artes, consolidando su lugar como referente del arte argentino.

Siguieron muestras en la galería Ruth Benzacar, Fundación Klemm, y en 1993 publicó con Jorge Glusberg el libro Lectura conceptual de una trayectoria, y bajo el mismo nombre se realizó una exposición con las obras del artista en el Centro de Arte y Comunicaciones. En 1997, se unió a la Galería de arte Rubbers Internacional, en donde en cada mes de noviembre presentaba sus últimas producciones. Y es que, una vez más, Yuyo jamás se detuvo.

En 2006, junto a Eduardo Stupía, creó el ciclo La línea piensa, dedicado al dibujo contemporáneo, y en 2007 publicó el libro NoEscritos sobre eso que se llama arte, que recopila sus reflexiones teóricas y críticas.

En 2009, representó a la Argentina en la 53° Bienal de Venecia, para lo que realizó dos obras de grandes dimensiones: La estática velocidad y Nos estamos entendiendo reunidas bajo el nombre Red, que posteriormente fueron exhibidas en el MNBA, e itineraron por los museos Emilio Caraffa de Córdoba (2010), en el Castagnino de Rosario (2010) y en el Franklin Rawson de San Juan (2011).

En 2010, el Museo de Arte Contemporânea (MAC Niterói) de Río de Janeiro le dedicó una gran retrospectiva. En 2012, el Museo de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (MUNTREF) realizó la exposición Noé, visiones/revisiones, y tuvo un duro revés para su vida, con la muerte de su esposa, experiencia que transformó en arte junto a sus hijos, en la exposición NOE 3D en Rubbers, que además incluyó fotografías familiares y de la pareja, tomadas por su hijo.

En 2013 fue invitado de honor de la XX Bienal Internacional de Arte de Curitiba, en donde expuso en el Museo Oscar Niemeyer (MON) una muestra curada por Ticio Escobar. Luego se realizaron una serie de exposiciones en el Museo Nacional de la República de Brasilia (Brasil), en la Colección Amalita, en Montevideo, en la Fundación Unión, y en el ahora cerrado por el gobierno, Centro Cultural Haroldo Conti, en Buenos Aires.

“Entreveros”

En 2017 el Bellas Artes presentó Noé: mirada prospectiva, curada por Ivanchevich, que se centró en la forma en que el artista llevó a la práctica su teoría del caos. Para la muestra realizó la instalación Entreveros, que reúne en una sola obra los tres enfoques presentes en la exposición: la conciencia histórica, la línea y la fragmentación. La muestra también estuvo de viaje por los principales muesos del país, mientras que en 2019, fundó la Fundación Noé, destinada a preservar y difundir su legado.

"Todo puede ser equívoco"

“Soy un sobreviviente”, dijo en una entrevista en 2023, “sé que no estoy consagrado, aunque me lo digan. Consagrado: ¿qué quiere decir? Con que me respeten es suficiente. Y no todo el mundo me respeta. Pero para mí lo importante no es solamente que me respeten, sino que yo mismo me respete. El amor comienza por casa, hay que saber estimarse para saber estimar. Y si yo no sé estimarme seriamente, qué me importa que me estimen los otros. Porque todo puede ser equívoco”.

Murió el enorme Yuyo Noé. A los 91 años, luego de sufrir en ACV. Lo hizo rodeado de sus seres queridos en su casa taller de San Telmo. El mundo de la cultura, no sólo del arte, lleva en sus corazones el caos que él convirtió en belleza, aunque renegase de esa mirada. Hay un tumulto de tristezas que, como sus pinceladas, se desprenden feroces, potentes. Murió un artista fundamental del país. Murió un maestro generoso.

(Infobae)

Comentarios
 
ACLARACIÓN: No se publicarán insultos, agravios, ni cualquier otro texto con términos injuriosos.
Tampoco se publicarán comentarios con mayúscula fija.
No observar estas condiciones obligará a la eliminación automática de los mensajes.
 
Escriba su comentario



Diseño y diagramación: A P