Los habitantes de las ciudades no saben y quizás no comprendan lo que significa la falta de lluvias en los campos.

La sequía que había castigado a la provincia de La Pampa hacía recordar dramáticas escenas de la película “Viñas de ira/Grapes of wrath”, realizada el 1940 por John Ford, y basada en el libro homónimo de John Steinbeck.

Los cultivos se habían secado y los animales morían por falta de alimentos.

Bajo la diaria influencia del sol ardiente, las ruedas de los vehículos y los cascos de los caballos molían la tierra, y la sucia costra se transformaba en polvo. El viento fuerte hacía volar ese polvo, y de pronto el día se transformaba en noche.

La situación era dramática, y muchas personas vendieron lo poco que tenían y partieron rumbo a ciudades donde no encontraron un futuro.

Finalmente, la lluvia bendijo la tierra y los chacareros rogaban que ninguna invasión de langostas devorara la deseada trilla, pues así llaman a la cosecha de los frutos de las chacras.

Los trigales maduraban al sol y la hacienda tenía pasturas para alimentarse. Las ovejas producían abundante lana para hilar y hacer abrigos, y las vacas daban leche fresca y espumosa para beber y también transformarla en crema, manteca y deliciosos quesos.

En las chacras cercanas a Casablanca había optimismo, al tiempo que los casablanqueños decían que en ese pueblo situado en medio de la provincia de La Pampa nunca pasaba nada.

Tanto como nada, no.

Roberta, la hija del zapatero había huido a Buenos Aires llevada, según unos, raptada, según otros, por el viajante de cigarrillos y golosinas. Se afirmaba que estaba “en estado interesante”, eufemismo utilizado para no decir embarazada.

Otra cosa fue descubrir a Lalo, dueño del taller mecánico, besando apasionadamente a Antonio, jefe de la estación de ferrocarril.

Todo lo mencionado era poco trascendente comparado con lo que iba a suceder muy pronto: se aproximaba un nuevo aniversario de la creación del pueblo fundado por el director de cine Michael Curtiz, justamente quien fuera director de la película que daba nombre a la localidad.

Se comentaba que para la gran fiesta llegarían estrellas de Hollywood sin dar precisiones. Sin embargo, algunos afirmaban que Leonardo DiCaprio había reservado la suite del Gran Hotel Casablanca. Otros decían que la mismísima Lady Gaga había confirmado su presencia para cantar “La  zamba de la Esperanza”.

Imaginemos el estado en que se encontraba la familia Warnerbros, cinéfilos incurables. Mamá Marlene pensaba lucir réplica de un vestido usado por la Dietrich en  “Marruecos/Morocco” de 1930, dirigida por Joseph Von Sternberg. 

Papá Gary pensaba vestirse como Cooper en “A la hora señalada/Sólo ante el peligro/High Noon”, dirigida por Fred Zinnemann en 1952.

Sus hijas, las traviesas mellizas Lula y Loly transitaban sus 11 años muy desorientadas. ¿Qué hacer y cómo vestirse para la ansiada fiesta? Sabían que su amiga Susanita, hija del comisario, iba a desfilar sentada en el capot del patrullero vestida como Sara Montiel en “El último cuplé”, dirigida por Juan de Orduña en 1957.

¿Y ellas?

Paco, hijo del almacenero iba a estar en la carroza de la escuela vestido de gaucho alambre.

¿Qué, era eso de gaucho alambre? Lula y Loly no perdieron tiempo en averiguarlo. Tenían que hacer algo grande y sabían que tenían que hacerlo por su cuenta porque nadie las convocaba ni les ofrecía participar en ningún evento o carroza. Quizás porque ahora eran anarquistas y habían fundado el club del cual eran las únicas socias. Todo, como ya se ha contado, por haber visto “Viva Maria!” de Louis Malle con Brigitte Bardot y Jeanne Moreau.

¡Es la arriesgada vida de las anarquistas!--pensaron.
 
Y pensaron, hasta que se les ocurrió hacer una piñata llena de cohetes explosivos que arrojarían en la escuela 13, ya que las habían ignorado para los festejos!

¡Eureka! ¡Eso era! y para disimular irían cantando Tómbola como cantaba Marisol --tan parecida a ellas-- en la película del mismo nombre dirigida por Luis Lucía en 1962, y que en la República Argentina se llamó “Los enredos de Marisol”.

¡Por fin sabían lo que tenían que hacer! Había que entrenar la voz y ensayar lo más posible. Fueron a ver a Pichuca, la profesora de piano, quien negó su colaboración con una excusa poco creíble. Así fue como Pichuca pasó a integrar la lista de personas a las que las anarquistas tenían que ejecutar justicia, hecho que se hizo rápidamente.

Fue sencillo: una mañana mientras hacía gorgoritos para entrenar la voz, Pichuca abrió el teclado del piano y de allí saltaron dos sapos y un escuerzo. El grito antediluviano sobresaltó a los casablanqueños.

¡Se hizo justicia!-- dijeron las mellizas, que aún no tenían definido qué hacer en la fiesta aniversario.

Una vez más, fue Josecito el que inspiró la solución. De su amplia colección de películas -Cinemateca Exquisita- decidió proyectar en su Gran Cine Casablanca el film “Violetas imperiales”, de Richard Pottier de 1952.

Lula y Loly quedaron hechizadas y decidieron que Luis Mariano sería quien tenía que venir a cantar la canción que da título a la película. Así lo pensaron: él cantaría, Lula iría vestida como Violeta, la gitana granadina interpretada por Carmen Sevilla, y Loly como Eugenia de Montijo, interpretada por Simone Valére. Y ambas repartirían violetas entre las damas presentes.

¡Un momento! La canción sí pero… siendo anarquistas Loly no se podía vestir como la emperatriz Eugenia de Montijo, porque como es de público conocimiento, las anarquistas no son monárquicas.

La solución fue que las dos irían como la gitana Violeta, pero con atuendos de distinto color.

¿Y las violetas, donde iban a encontrar violetas? En caso de emergencia, en el camino vecinal había muchas verbenas de ese color. Pero eso no era lo importante en ese momento: había que invitar a Luis Mariano.

¿A qué dirección debían enviarle la hermosa tarjeta de invitación?

Habían escrito a las embajadas como tarea escolar y habían recibido respuesta. Decidieron enviarla a la embajada de España, pero cuando se lo comentaron a Josecito, les informó que Luis Mariano y su familia por persecución del dictador Francisco Franco vivían en Francia. Lo que no se atrevió a contarles, es que eso había sucedido hacía mucho tiempo y que Luis Mariano había fallecido.

Por todo esto, la invitación fue a la embajada de Francia en Buenos Aires.

A Luis Mariano pensaban regalarle un mate con iniciales de plata, y olvidando su condición de rebeldes anarquistas ,comenzaron a ir a la plaza a vender tortas fritas para recaudar dinero y poder encargar el mate al artesano del pueblo vecino. Esperaban y esperaban respuesta mientras cantaban:

--Lula y Loly van a lucir, lucir este traje, este vestido milagro de París, París! 

Sin dudas, una versión agiornada de una canción interpretada por Luis Mariano junto a unas modistillas.

Por cierto, atención cinéfilos: en esa secuencia aparece como extra una muy joven Brigitte Bardot.

Se aproximaba la famosa fiesta y no recibían respuesta.

Fue papá Gary más parecido a Gary Cooper que nunca, quien les explicó todo. “Violetas imperiales” era una película que formaba parte de la cinemateca de Josecito.

-¿Y qué es una cinemateca? -preguntaron-

-Allí se guardan películas de todas las épocas. Y todas tienen su valor, aunque por distintas razones.

 -¿Y eso qué tiene que ver con que Luis Mariano no contesta nuestra invitación?- preguntaron con ímpetu.

Papá Gary las vio tan hermosas y pensó que, a pesar de sus travesuras, tenían cierta inocencia, Dudó un instante, pero supo que tenía que decirles la verdad. Les explicó que el famoso actor y tenor de origen vasco hacía tiempo que no estaba en este mundo.

Lula y Loly comenzaron a llorar y lloraron con gran desconsuelo, y si esto fuera realismo mágico diríamos que sus lágrimas regaron el bello jardín de su casa.

Simplemente lloraron hasta que regresó de España la esposa del diputado XL, quien había realizado un viaje más que misterioso, pero aquí no hablamos de política. Remedios, que así se llama la susodicha, contó a las mellizas que en Madrid había ido al teatro a ver “El novio de España“, y que en esa obra con canciones, un actor de origen gallego llamado Christian Escuredo, interpretaba a Luis Mariano y que cantaba más que bien violetas imperiales.

¡Lula y Loly dieron brincos de alegría! ¿Así que ese Christian Escuredo era ahora Luis Mariano? Corrieron a lo de María Teresa López y Planes y compraron el mejor papel de cartas y un sobre perfumado. Escribieron un petitorio que fue firmado por todos los casablanqueños, donde decían al talentoso y guapo actor que lo esperaban para los festejos, que lo nombrarían Ciudadano Ilustre de Casablanca y, por si esto fuese poco, lo llevarían a conocer el bosque de Caldenes, árboles únicos en el mundo.

Enviaron toda la documentación a la embajada de España en Buenos Aires y por si las moscas, una copia de la invitación al Teatro La Latina de Madrid.

¡Seguro que va a aceptar, seguro que va a venir! gritaban Lula y Loly, mientras ensayaban los pasos de baile que interpretaba la gitana Violeta.

Iban todos los días al correo a buscar respuesta y cantando “sabes que ya no habrá primavera si tú no estás aquí Christian Escuredo”.

Reanudaron la venta de tortas fritas para comprar el mate con las iniciales del actor, y detalle: agregaron una bombilla de plata.

Diariamente emiten su juramento característico tomado de la película favorita de mamá Marlene:

--¡A Dios ponemos por testigo y mañana será otro día!

El tiempo dirá si Christian Escuredo llega para el aniversario de la fundación de Casablanca, ese mágico pueblo situado en medio de la provincia de La Pampa, rodeado de bosques de Caldenes y girasoles madurando al sol…