MIÉRCOLES 08 de Mayo
MIÉRCOLES 08 de Mayo // GENERAL PICO, LA PAMPA
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  VIERNES 26/04/2024
La espalda de Marlon Brando para Maracódigital presenta “Crónicas pampeanas”
Por Oskar Aizpeolea.
Hoy: “Sucedió en primavera”.

Hay estrellas en el cielo pero en el horizonte se vislumbra la luz de un nuevo día.

Olaia se levanta y acomoda las sábanas y el cobertor tejido a mano. Se acerca a un mueble y toma una jarra para verter agua en la palangana. Lava su rostro y lo seca con una toalla limpia pero gastada por el uso. Recién entonces se mira al espejo para enrollar su trenza en forma de rodete.

Luego se viste con el pantalón y la camisa de franela de Aitor, porque es ropa más adecuada para las tareas que hace en el campo: ordeñar, arar, sembrar…

Antes de salir del sencillo dormitorio se acerca al pequeño Andoni que duerme en una cuna, regalo de su hermana Arantxa. Cubre al bebé con una manta y susurra una nana en voz muy baja:--Loa, loa txuntxurun berde…Loa, loa…

En la otra habitación, compartiendo camas, duermen sus otros hijos: Ana, Luisa, Adela, Asier e Iñaki. Ana, de 13 años, es la mayor.

En la cocina, Olaia agrega un leño al fogón y entibia un jarro con agua que bebe, mientras por la ventana observa las primeras luces del amanecer en La Pampa, esa tierra tan lejana a su País Vasco natal.

Y entonces recuerda la alegría de su esposo Aitor cuando le dijo que su “primo de América” había enviado los pasajes para que toda la familia viajara a la República Argentina. “¡Allí nos espera el futuro!”—había asegurado.

Unos pocos días después del anuncio llegó el adiós al caserío de Zerain. ¿Cómo olvidar a toda la familia frente a la pared de piedra, quietos como en una fotografía viéndolos partir en el carro tirado por bueyes rumbo a Burdeos para tomar el barco?

Olaia sale al patio y se dirige al corral. El viento castiga su rostro pero sigue su rumbo y mira la llanura interminable, esa llanura donde dejó su vida Aitor mientras sembraba la nueva tierra. No tiene tiempo para regodearse en el dolor y busca ser fuerte, aunque tal vez no tan fuerte como el roble sagrado de Gernika.

Piensa en sus hijos y entra al corral donde esperan las vacas. Cuando pasó lo de su esposo decidió quedarse, y el dueño del campo aceptó dejarla como puestera, esa palabra que encierra muchas tareas. Aquí está, tirando de la ubre de la vaca y llenando los tarros con leche tibia, fresca y espumosa; tarros que pone sobre un banco, porque después pasarán a retirarlos los de la cremería para hacer queso, crema y manteca. Guarda un tarro para ellos, sale del corral y lo cierra, más tarde habrá que sacar a  pastorear a las vacas.

Piensa en el desayuno de sus hijos, y en el trayecto entre el corral y la casa recuerda lo que le contó Arantxa en su última visita: las hermanas no contestaban las cartas porque habían muerto en el bombardeo a Gernika. Se estremece pero no de frío. Hay que ser fuerte Olaia, hay que seguir, se repite una y otra vez.

En el horizonte va asomando el sol. El sol en País Vasco aparece detrás de las montañas, pero en La Pampa no hay montañas. ¡Ay, esas montañas, esos bosques que recorrían con su Aitor! El viento en la cara la hace reaccionar.

Sabe que en unas horas llegarán Arantxa y su esposo el piamontés Alessandro. Vienen porque finalmente aceptó la propuesta que le hicieron. Lo pensó mucho, y finalmente se decidió pensando que era lo mejor ¿será lo mejor?

Aleja esos pensamientos y pone una olla con leche sobre la hornalla del fogón. Agrega unas ramas secas y el bailoteo de las llamas se reflejan en su rostro todavía joven.

Del armario saca un pan que horneó el día anterior, y también un frasco con dulce que hizo con las naranjas del árbol que en el jardín desafía la fuerza del viento ¡cómo saboreaba esa mermelada Aitor!

Los hijos ya se van sentando a la mesa y ella les va vertiendo leche tibia en los tazones. Todos permanecen en silencio mientras beben y comen una rebanada de pan con dulce.

Asier e Iñaki desayunan con avidez. Ana bebe unos sorbos mientras sostiene al pequeño Andoni al que está dando el biberón. Las pequeñas Luisa y Adela juegan con una muñeca de trapo de indudable confección casera.

A una señal de Olaia, Ana se levanta y entrega el bebé a su madre, quien lo sostiene con ternura y le besa la frente. Ana esboza una sonrisa y hay emoción contenida entre ambas. Juntas van al dormitorio, y del baúl sacan unas ropitas que sin duda ya fueron usadas. Olaia y Ana cambian a Andoni que hace gorgoritos. Ya vestido, Olaia lo vuelve a besar y lo  entrega a su hija, quien lo sostiene y mira como si fuese la primera vez. El bebé con su diminuta manito toca el rostro de su hermana.

En la cocina, Olaia pone trozos de pan y queso en una bolsa que entrega a Iñaki y Asier. Los niños salen corriendo al patio donde ya está ensillado el caballo. Al grito de ¡Agur, agur! salen rumbo a la escuela. Desde la ventana las hermanas los ven partir y responden con otros ¡agur, agur!

Ana lleva al pequeño Andoni al dormitorio y lo acuesta en su cuna. Luisa y Adela salen a alimentar las gallinas. Olaia y Ana miran con cierta ansiedad la tranquera de entrada a la chacra. Esperan.

El sol está bien alto cuando aparece el sulky levantando el polvo del camino. Olaia y Ana se miran: ¡son ellos!

El sulky se detiene frente a la casa. Alessandro baja de un salto y ayuda a bajar a Arantxa, quien se cubre con un grueso chal cruzado sobre el pecho. La mañana está fría aunque es primavera.

Los adultos se saludan ante la atenta mirada de las tres niñas. Arantxa les entrega un paquete con caramelos, y ellas agradecen. Lo sostienen y a un gesto de la madre lo abren y saborean la golosina. Sólo uno para cada una, dice, y ellas obedecen y dejan el paquete sobre el aparador.

Olaia recuerda a sus hijas que hay que sacar las vacas a pastorear y ellas asienten.

¿Podemos dar un beso a Andoni, madre?—pregunta Ana.

Ella aprueba con un gesto de cabeza, y las niñas entran apresuradas al dormitorio para salir luego rumbo al corral. Van en silencio porque saben que no es un día como todos los demás.

Sacan las vacas del corral y aparece Tkakurra, el perro de la chacra vecina, que como buen pastor las ayuda a arriar las vacas adonde están los mejores pastos.

Sentados en la cocina, Olaia, Arantxa y Alessandro se miran sin hablar. Los restos del desayuno siguen en la mesa.

En el momento que Arantxa va a decir algo, Alessandro inclina su cabeza como avergonzado, y ella permanece en silencio.

Súbitamente, Olaia se pone de pie y va al dormitorio del que regresa con Andoni estrechándolo en sus brazos. El bebé duerme cuando lo entrega a Alessandro, quien lo sostiene con ternura.

Las hermanas se miran y se funden en un abrazo.

Afuera, el sol ha llegado a su cenit. Alessandro ayuda a Arantxa a subir al sulky. Ella sostiene al pequeño Andoni con torpeza, no está acostumbrada a tener un bebé en sus brazos.

Alessandro mira a Olaia y señala la casa. Ella asiente, y él entra para salir poco después con la cuna que coloca en el portaequipaje del sulky.

A una orden –un grito- del piamontés, el caballo comienza su andar. Andoni rompe en llanto. Lentamente, el sulky se aleja.

Olaia queda unos instantes viendo el carruaje. Después entra en la casa. De pie frente a la mesa toma un tazón y en él va echando los restos del desayuno de los hijos. Lo sostiene con inusitada fuerza y bebe un sorbo. Traga con dificultad e intenta beber otro sorbo, pero no puede tragar el líquido. Por la ventana ve que el sulky ha llegado a la tranquera de entrada a la chacra “La Paloma”.

--¡Qué hermoso nombre Olaia, nosotros somos como palomas que han volado lejos!—había dicho Aitor el día que comenzaron a trabajar allí.

Sigue mirando el camino y el sulky que se aleja hasta que la visión se hace borrosa por unas inoportunas lágrimas. Deja el tazón sobre la mesa. Quiere gritar pero no puede. Quiere gritar ¡será lo mejor para ti! Pero no puede gritar. Sale al patio y el fuerte viento agita sus ropas. Llevada por ese viento corre hasta la tranquera. El sulky que llevaba a su pequeño Andoni ha desaparecido. Sólo queda la huella en el camino.

Grita con todas sus fuerzas ¡estoy segura que será lo mejor para ti, hijo mío! y el viento eleva sus palabras al cielo.

Epílogo:

Andoni creció en casa de sus tíos quienes, luego de su llegada tuvieron tres hijas. Ellos se consideraban hermanos.

Andoni se enamoró de Beatrice, hija de un piamontés. Beatrice también se enamoró de él. Se casaron y tuvieron un hijo que nació en primavera.

Siempre juntos, trabajaron y pudieron comprar una chacra donde cultivaron la tierra y criaron ovejas para hilar lana y hacer abrigos.

Andoni partió joven y Beatrice lo sobrevivió muchos años. Un atardecer él la tomó en sus brazos y la llevó a bailar un eterno vals en las nubes.

Y el viento de La Pampa lleva y trae esta historia inspirada en hechos reales.

Pequeño Glosario Vasco:

Agur es ADIÓS.
Txakurra  (Se pronuncia Chacurra) es perro.
Arantxa se pronuncia Arancha.

Comentarios
 
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 29/04/2024 | 19:00 Hs
Enviado por Marta Marche
Oskar, Esta historia la tuve que leer en dos etapas...la primera la sentí muy adentro, ya que como muchos de nosotros, somos hijos o nietos de inmigrantes. Lo hice lentamente, saboreando la maravillosa descripción de esta familia...pero cuando narras cómo esa sufrida madre decide darle un mejor futuro a su pequeño....ahí ya no pude contener las lágrimas... Bellísimo relato, aún con el desgarro del desenlace... Bendita llanura que ha cobijado a tantas almas como la de Olaia y Andoni..
 
 28/04/2024 | 20:39 Hs
Enviado por Cris
Hermosa historia ,muy tierna .me recordó la llegada de mis abuelos también inmigrantes. Muchas gracias
 
 28/04/2024 | 16:36 Hs
Enviado por Noemi
Como comenta Clara Zappettini nos habías acostumbrado a relacionar películas con la vida real pero esta vez es mucho más fuerte porque me tocó de lleno. Es la historia de tu papá, de mi querido tío Lorenzo quien fue criado por mis abuelos en C. Barón y una de las tres primas era mi madre. No tuve la dicha de tener hijos pero calculo el dolor inmenso que debe sentir una madre al entregar a su hijo a su hermana para que tenga una vida mejor. Y esa decisión de madre en cierta medida también ayudó a mi abuela quien fue a buscar a su sobrino para criarlo porque no quedaba embarazada. Y el milagro se produjo, poco tiempo después nacieron Josefa, Delia y María. Historia real y excelentemente narrada. Gracias por el regalo que nos haces con estas narraciones,
 
 28/04/2024 | 12:41 Hs
Enviado por Enrique Fontanillo
Una vez mas genial relato de alguien que sabe como llegar al lector , un relato que lleva casi a las lágrimas por la emocion , nos traslada a nuestros orígenes , gracias Oskar , espero mucho mas
 
 27/04/2024 | 23:26 Hs
Enviado por Clara Zappettiini
Oskar nos tenía habituados a historias de películas. De pronto hizo un giro e hizo foco casi exclusivo en sus últimas entregas, en su tierra, La Pampa.La llanura infinita, que no tiene montañas…Salvo estas líneas sólo puedo escribir en nombre de esos inmigrantes vascos, y de todos los inmigrantes que vinieron a trabajar, sin saber quizás,que estaban construyendo una nación que sigue avanzando, a veces a los tumbos y otras con fluidez y alegría, para consolidar nuestra identidad y un rumbo lleno de ese espíritu de trabajo u buena fe, que trajeron aquellos inmigrantes en sus baúles
 
 27/04/2024 | 18:39 Hs
Enviado por Ana de Montevideo
Te felicito, Oskar! Por más que la historia se inspire en hechos reales, está hermosamente contada! Destila ternura...y dolor! Es triste porque sabemos que muchas familias han vivido situaciones similares, pero la lectura me resultó muy placentera por lo bien escrita que está.
 
 27/04/2024 | 12:15 Hs
Enviado por Favio
Como algo tan desgarrador y doloroso puede ser tan bellamente contado? Tuve que leerlo en varias veces, porque las lagrimas no me dejaban seguir. Pero segui porque el relato atrapa y siempre quedan ganas de mas. Leer y sentir. Gracias.
 
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