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  LUNES 10/03/2025
Huemul, la isla secreta en la que intentaron fabricar un sol artificial
Este lugar fue usado por el científico Ronald Ritcher para crear energía nuclear controlada. El proyecto fue una farsa y hoy sólo quedan las ruinas.

En 1947, uno de los grandes ingenieros de la Alemania nazi dio el primer paso para convertir un paraíso argentino en un centro de pruebas atómicas.

Todo comenzó poco después de acabar la II Guerra Mundial: muchos ingenieros alemanes -que no fueron castigados por su relación con el nazismo- quedaron en un vacío.

Sin posibilidad de trabajar en su país, comenzaron a buscar otras salidas, en muchos casos en dirección a Sudamérica. Así es como Kurt Tank, vicepresidente de la Academia Alemana de Investigación Aeronáutica y jefe de la sección de Aviones de Caza Nocturnos durante la II GM, emigró a Argentina.

Tank comenzó a trabajar en la creación de aviones para Argentina, consiguiendo en los primeros meses grandes avances -llegó incluso a crear el Pulqui II, uno de los primeros aviones a reacción del país-. Tanto, que el gobierno de Perón pronto contactó con él para tratar de ampliar su campo de acción: tras un par de reuniones, un nombre se puso sobre la mesa.

El Proyecto Huemul fue encargado por el presidente Perón para lograr crear energía nuclear controlada en laboratorios secretos que estaban ubicados en este lugar. El científico a cargo fue el austríaco Ronald Ritcher quien se pasó varios años en la isla.

Según cuentan los testimonios, Ritcher construía y demolía estructuras con el supuesto objetivo de lograr la producción de energía atómica.

Ronald Richter era un ingeniero austriaco que prometía convertir al país sudamericano en una potencia. Su idea era ambiciosa, pero asegura que era más que plausible: hacer de Argentina el primer país donde existiera la fusión nuclear controlada. Dicho de otro modo, conseguir una fuente de energía prácticamente inagotable, que permitiría al país no depender de terceros en ese aspecto.

Richter aseguraba que podría ser capaz de crear ‘varios soles en la Tierra’, algo a lo que Argentina dio luz verde en 1949, momento en el que se puso en marcha la iniciativa.

El lugar elegido para llevarlo a cabo fue la isla Huemul, en el lago Nahuel Huapi (Río Negro).

Era un lugar perfecto: con aire limpio para los aparatos, abundante agua como fuente energética, y sobre todo, aislado del mundo, lo que permitiría a Richter trabajar sin que nadie supiera cuál era su verdadero objetivo.

En sus primeros meses, el ingeniero llevó a cabo todo tipo de experimentos, además de construir grandes estructuras... pero sólo tres años después surgieron las primeras dudas.

Era 1952 y los resultados no terminaban de llegar: las pocas respuestas obtenidas generaron suspicacias, que se vieron notablemente incrementadas las constantes indecisiones de Richter. Construía grandes estructuras que, a las pocas semanas, eran demolidas por completo para levantar otras diferentes, y así, de manera habitual.

Farsa

Al pasar los años, se creó la Comisión Nacional de Energía Atómica para monitorear lo que se estaba haciendo en la isla. La misma llegó a la conclusión que lo que postulaba Ritcher era una farsa.

Sólo tardaron unos meses en confirmar que los postulados de Richter no eran válidos y que, a través de sus teorías y construcciones, era imposible crear ningún sistema que generara fusión nuclear controlada. La estrategia era inviable y no había ninguna prueba que confirmara que los trabajos de Richter fueran a tener frutos, lo que provocó que Argentina tomara la decisión de dar por acabado el proyecto, al considerarlo un fraude, un burdo engaño.

El proyecto se dio de baja y la isla quedó abandonada hasta el día de hoy.

Ritcher fallecería en 1991 sin haber conseguido el objetivo que se había propuesto: conseguir artificialmente algo parecido al sol, duradero y que ofrecería una cantidad inagotable de energía. Pero el proyecto no sólo nunca tuvo resultados, sino que se demostró que no tenía base científica para conseguirlo.

Las ruinas como atractivo

Varias gestiones de la ciudad intentaron usar esas ruinas para hacer hoteles, casinos y atracciones, pero nunca se llegó a un plan concreto.

Si bien no hay un proyecto específico ni una excursión que llegue hasta la isla, muchos locales llegan hasta el lugar en kayak o navegaciones privadas, y descienden para caminar entre las ruinas. A pocos metros de la costa, se puede observar el Don Luis, un barco semisumergido que sobresale en el lago.

Una vez en la isla, hay un sendero que conduce por las moles de cemento destruidas y por algunos carteles indicativos que quedaron de algún proyecto que pretendía convertir a la isla en un atractivo turístico.

(Con información de La Vanguardia y Cadena3)

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