El mundo espera con incertidumbre la asunción de Trump en enero próximo y si desatará una guerra comercial con China, sellará un acuerdo con Rusia sobre Ucrania, liberará aún más las manos de Israel y buscará detonar los foros multilaterales como la ONU.
Desde Río, las potencias mundiales, lideradas por Brasil, propusieron otro mundo posible: lucha contra la pobreza y más cooperación.
Aún queda un segundo día de cumbre presidencial y reuniones bilaterales en Río de Janeiro, pero la conclusión de este G20 liderado por Luiz Inácio Lula da Silva, ya es clara. Muy a pesar de Javier Milei y sus disidencias, las principales potencias del mundo le dejaron un mensaje a Donald Trump a dos semanas de que vuelva al poder en Estados Unidos, y demuestre si está dispuesto a cumplir con todas sus promesas de campaña: pidieron luchar contra la pobreza con políticas públicas sociales -como impuestos a los ultraricos-, reconocer y contrarrestar el cambio climático, impulsar un desarrollo inclusivo que tenga en cuenta las asimetrías de género y a los inmigrantes, fomentar el comercio internacional, reglamentar las redes sociales y los sistemas de inteligencia artificial, y priorizar siempre el diálogo y el multilateralismo como una forma de resolver conflictos y alcanzar la paz.
Milei, entre molesto y pragmático
El primer día de la cumbre estuvo marcado por la resistencia de Milei. Primero el frío saludo entre el libertario y el anfitrión brasileño -en el que los dos buscaron hacer evidente su poca simpatía-, luego, las versiones de cruces de varios mandatarios de la región en el debate a puertas cerradas, luego que el argentino propusiera como solución a la pobreza "correr al Estado", y finalmente, el comunicado que emitió la Casa Rosada, en el que informó que "por primera vez desde que es parte el Gobierno Nacional firmó la declaración de presidentes, disociándose parcialmente de todo el contenido vinculado a la Agenda 2030".
Sin embargo, el que rió último fue Lula. Poco después, se publicó la Declaración de los Líderes del G20 sin ninguna mención a las disidencias de Milei y su Gobierno. El texto, que recoge la agenda de desarrollo "inclusivo" y "sustentable" que rechazó con tanto énfasis el gobierno argentino hace sólo unos meses en la ONU, no incluye los argumentos de Milei ni su oposición. Todo su repudio y sus argumentos libertarios quedaron encapsulados en un comunicado nacional que no tuvo rebote en el resto del mundo.
Lo mismo había sucedido unas horas antes con el lanzamiento oficial de la iniciativa estrella de Lula, en este año como presidente pro témpore del G20: la Alianza Global contra el Hambre y la Pobreza para proponer, coordinar, financiar y ejecutar políticas públicas que distribuyan recursos directamente a los sectores más vulnerables de cada país. La Argentina aparece -sin asteriscos o aclaraciones- entre los 82 Estados que adhirieron a ella, pese a que luego el gobierno libertario aseguró en su comunicado: "Cada vez que se intentó combatir el hambre y la pobreza con medidas que incrementaban la presencia del Estado en la economía, el resultado fue el éxodo tanto de la población como del capital, además de millones de muertes de vidas humanas."
"En el combate contra estos flagelos, el presidente Javier Milei tiene una posición clara: si queremos luchar contra el hambre y erradicar la pobreza, la solución está en correr al Estado del medio," agregó. Pero firmó y adhirió a la Alianza encabezada por Lula. Una Alianza que tiene un único objetivo: combatir la pobreza y el hambre a través de políticas públicas.
"Milei se hizo el duro, pero parece que los que mandan son otros, porque el acuerdo energético terminó siendo más importante", explicó, en diálogo con El Destape, el profesor del Departamento de Relaciones Internacionales de la Pontificia Universidad Católica de Minas Gerais, Javier Vadell. El acuerdo al que se refiere es el Memorando de Entendimiento que el ministro de Economía, Luis Caputo, firmó en paralelo a la cumbre con su par de Minas y Energía brasileño, Alexandre Silveira, para exportar gas de Vaca Muerta.
El acuerdo -que fue anunciado con bombos y platillos por Silveira como "gas más barato para Brasil", pero pasó desapercibido entre los anuncios de ayer del Gobierno argentino- apunta a alcanzar un tercio de lo que produzca Vaca Muerta en 2030, e incluso, incluiría la extensión del tendido del gasoducto. Para Milei significaría divisas y que alguien más se haga cargo de esa obra pública estratégica; para Brasil, es una vía para garantizar la reindustrialización de su país -un interés clave para el vicepresidente de Lula, el paulista Gerardo Alckmin, tras el proceso de primarización de la economía del bolsonarismo- sin depender del gas estadounidense, su proveedor actual, que podría complicarse con la vuelta de Trump.
"A pesar de las diferencias políticas, lo importante es que prevalezca el pragmatismo", celebró Silveira en la conferencia de prensa en Brasilia, en la que anunció la firma del acuerdo, mientras desde Buenos Aires, el gobierno de Milei publicaba su comunicado libertario contra el documento final del G20.
Un mensaje para el mundo convulsionado que se viene
El presidente saliente de Estados Unidos, Joe Biden, no fue protagonista ni mucho menos de la cumbre del G20. Como ya había quedado demostrado en Lima durante la cumbre de la Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC) del fin de semana, la figura del demócrata ya no es ni la de un pato cojo. Se parece más a la de un extra. Sin embargo, en medio de un contexto internacional marcado por la incertidumbre de un giro dramático en la política estadounidense, la reunión de los mandatarios más poderosos del mundo tuvo un receptor claro: su sucesor, Trump.
Los dos grandes logros del lunes de Lula -la Alianza Global contra el Hambre y la Pobreza, y la Declaración de los Líderes del G20- chocan de frente no sólo con lo que piensa Milei, sino principalmente con lo que prometió Trump para Estados Unidos y el mundo, durante los próximos cuatro años.
"Hay tres grandes liberalismos: 1. el financiero y monetario; 2. el comercial, y 3. el de la izquierda progresista, o lo que en Estados Unidos ahora se conoce como la cultura woke. El trumpismo ataca principalmente al liberalismo comercial y a la cultura woke, los dos que estuvieron muy presentes en este G20. En cambio, Trump defiende el liberalismo financiero, porque ese es el fuerte de la hegemonía estadounidense hoy", explicó Vadell, y recordó que China hace tiempo que avanza y se impone en el frente comercial, por ejemplo, a través de su iniciativa de la Ruta de la Seda, que el fin de semana se anotó una victoria con la inauguración de un mega puerto en Perú, que acortará 23 días y reducirá el 20% del costo del transporte marítimo de mercadería entre Asia y América del Sur.
Pero a diferencia de la cumbre de la APEC en Lima, el presidente chino Xi Jinping no fue el protagonista en el G20. El liderazgo, el impulso y la cara la puso Lula. "Brasil aprovechó el momento, la coyuntura", opinó Vadell, en referencia a la transición de poder que se abrió hace dos semanas en Estados Unidos, y que terminará el próximo 20 de enero con la asunción de Trump.
El académico no duda de que el pronóstico para la relación bilateral entre Brasilia y Washington no es bueno: "Se viene una venganza contra Brasil en cualquier momento. Elon Musk (que será ministro del Gobierno) ya demostró que con X puede articular a la derecha brasileña, que es muy fuerte en el país, pese a que los números económicos son buenos para los brasileños." "Lula puede subir el perfil, pero no creo que provoque a Estados Unidos", continuó Vadell, mientras en Brasilia el anfitrión del G20 se comprometía a mantener su pragmatismo con el próximo gobierno estadounidense, como lo hizo con gestiones anteriores, republicanas y demócratas.
(ElDestape.web)