MIÉRCOLES 08 de Enero
MIÉRCOLES 08 de Enero // GENERAL PICO, LA PAMPA
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  MIÉRCOLES 10/04/2019
"...pero ió seguiré siendo Baldomero!"
PEDRO ÁLVAREZ BUSTOS (*)
El 19 de marzo se festeja el día de San José, para los católicos. Un 19 de marzo de 1894 nacía en Annias, partido Santullano la Reguera, provincia de Asturias, Baldomero, hijo de Josefa Suárez.

Baldomero, en España, trabajó en las minas y se hizo ducho en el manejo de carros, recorriendo caminos de montaña, valles, hondonadas, prados y bosques; en esa provincia que lindaba al norte con el Mar Cantábrico y al Sur-Este con León y Castilla la Vieja. Zona de la cual viajaron muchos guapos majos a tierra argentina. Trabajó con vacunos,  en pequeña escala y en cultivos de maíz, trigo y centeno.

Si bien Asturias producía también miles de manzanas y consecuentemente era importante la elaboración de sidras, la base de su economía fue la minería, contando con la cuenca carbonífera más rica de España.

Ya en Argentina

Baldomero llegó a Buenos Aires antes de cumplir 18 años y manejó carros repartiendo mercaderías y bultos.

Al poco tiempo se fue a La Pampa. Tras una estancia no muy significativa en Doblas, pasó por Quehué, donde conoció a Don Justo, Don Vicente, Don Pedro y tantos otros. Con los nombrados siguió avanzando al oeste, a mediados de la década del ´30, hacia la Colonia Devoto y sus proximidades.

Los poblados nombrados y otros como Utracán y Naicó eran pueblos chicos que tenían “un aire” a los de su tierra de origen. Los almacenes o negocios (allá, ultramarinos) vendían comestibles, bebidas, ropa, útiles de trabajo, herramientas, elementos de aperos y recados, y al final del mostrador estaba el despacho de bebidas (por copa o vaso) y en algunos pocos casos quedaba aún alguna reja vieja que se alzaba para separar al público.

Baldomero siguió manejando carros y “chatas rusas”, acarreando lo que fuera, cereales, lana y cueros; especialmente leña, habida cuenta que era muy hábil con el hacha.  Mejor conductor de carruajes que jinete, aún cuando llegó a manejarse con solvencia incluso con los “ariscos”.

Participaba de las tareas rurales. Trabajaba con el ganado vacuno; las primeras mangas de “palo a pique” lo tuvieron como constructor en la década del ´50. Como también los corrales, para yeguarizos chúcaros (manadas), de palo a pique, redondos y sobresaliente altura, cuyos palos también habían sido cortados y labrados por sus manos.

Otro tanto ocurría con el ganado ovino, en que las majadas se integraban con miles de cabezas, habida cuenta que no existían las plagas depredadoras de pumas, jabalíes y zorros. El ovino requería mucho trabajo, porque incluso la “sarna” era una calamidad y demandaba “curar a mano”  y/o sumergirlas en bañaderos especiales.

Cualidades

Descendiente de los “astores”, de origen celta, que se habían opuesto férreamente a la dominación romana antes de ser reducidos en la antigüedad, Baldomero fue un eficiente albañil y pintor; alambrador exquisito ya en la  época que se usaba mucho el púa e incluso rollos de alambre muy bueno pero usado y que reconocía como origen el desmantelamiento de campos en el oeste pampeano, producido por  el corte del río Atuel aguas arriba (Mendoza, que convirtiera la zona oesteña en desierto). Materiales que se vendían en comercios de General Acha y Victorica.

Ya orillando los 60, se animó y comenzó a bajar a los pozos de más de 100 metros, colgado de una hamaca. Primero fue en una emergencia, con motivo de un accidente sufrido por el molinero-pozero Don Teodoro y ante la escasez de agua tras una gran sequía.

A partir de allí Baldomero bajaba, emparchaba y cambiaba caños y/o varillas, suelas en cilindros, reparaba pistones o travesaños, etcétera, quizá recordando aquellas jornadas de su adolescencia en Asturias, donde penetraba en las profundas entrañas de la tierra y correteaba entre túneles, galerías y zocavones.

Otros atributos

Era un experto cocinero. Desde comidas de olla hasta asados al asador, hechos mucha veces a la luz de la luna o del propio fogón. No olvidaba la sopa gallega, con “cubitos” de pan, ni los chacinados bien condimentados, ni los caldos casi rojos por el ají y el tradicional pimentón español. En las fiestas grandes, colaboraba con los criollos que atendían los asadores en rueda o fila.

En sus años mozos fue amante de fiestas con vecinos, hacendados, comerciantes, puesteros, peones, mensuales, esquiladores  y hacheros. Amable y respetuoso con las damas.  Siempre atento y obsequioso. Por ejemplo, se ofrecía para servir pasteles o empanadas crujientes evitando la pérdida de sabor al enfriarse en demasía.

Recuerdos de pos guerra

Comenzada la década del ´40 y con motivo de las secuelas de la Segunda Guerra Mundial hubo un feroz racionamiento de nafta y las cubiertas desaparecieron del mercado.

Baldomero tenía un sulky y un caballo, oscuro tirando a negro, muy manso pero asustadizo. La maestra rural, Doña Belva, recorría todos los días 20 kilómetros, 10 de ida y 10 de regreso (o sea,  4 leguas). Los sábados también había clases. Lo hacía en el Chevrolet 39, de su marido, Don Pedro. Como hubo que parar el auto, la maestra, egresada de la Escuela Normal Nº 1 de La Plata, dijo: “No puede ser que tantos niños se queden sin  instrucción”.

Le pidió prestado a Baldomero el sulky y el caballo, aprendió a manejar y siguió atendiendo su tarea docente viajando en ese medio, junto a sus hijas y una niñera. El hijo viajaba cabalgando, a lomo de caballo. Lo que queda de aquel sulky, integra el parque del establecimiento Travuntué, junto al Mangrullo de Miguel, la Glorieta de Don Héctor y el Cepo del Io.

Partida de nacimiento

Ya setentón, en el amanecer de la década del ´60, al pedir su partida de nacimiento apareció un niño cuyos datos coincidían en todo con los de él, menos su nombre. Figuraba como José.

Se le comentó a Baldomero y contestó: “Pero si ese soy ió”. El documento dirá José, “pero ió seguiré siendo Baldomero”.

Este era el nombre de su padre y por eso en el pueblín le decían Baldomero, como su papá que era un experto e intrépido minero, acostumbrado a trabajar en la profundidad abismal de la tierra.

Promediaba la década del ´60 cuando Baldomero, junto a Don Pedro, cesaron en sus actividades. Ya estaba totalmente integrado a la familia de éste último, su nueva familia desde hacia añares y fue cambiando todo por la felicidad que le  brindaban y que el honesta y afectuosamente retribuía.

Se fueron a vivir a la capital de La Pampa, hasta que volaron a los brazos del Señor.

Consectario

Baldomero trabajó y colaboró toda una vida con Don Pedro y en sus rodillas juguetearon Mabel, Titina y Pedrito. Los vio nacer, crecer y formar cada uno su hogar.  Jamás lo olvidarán. Solo sienten gratitud.


(*) Ex Fiscal de Estado de La Pampa; abogado, escritor y productor agropecuario de tercera generación.
 

Comentarios
 
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 12/04/2019 | 18:58 Hs
Enviado por Hermes Gildo
Excelente Doc. Como siempre, dice Marcelo. "Un puñado de verdades".
 
 11/04/2019 | 23:26 Hs
Enviado por Marcelo
Muy linda historia y muy bien narrada, como siempre lo hace el Dr, Álvarez Bustos.
 
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