Y el actor se convirtió en presidente. Tal como plantea la excelente película protagonizada por Robin Williams en 2006 y dirigida por Barry Levinson -"El hombre del año"-, un actor cómico se transformó en presidente de la nación. Aquel de la ficción fue por un error de sistema. Éste de la noticia por el voto real de los ciudadanos.
Ucrania ha decidido este domingo entregar las riendas del país a Volodímir Zelenski, un cómico sin ninguna experiencia política. Con una campaña centrada en la lucha contra la corrupción, la gran losa que pesa sobre el país, y contra el sistema, Zelenski, de 41 años, ha arrebatado la presidencia al veterano Petro Poroshenko. Con el 42% de los votos escrutados, ha arrasado con un 73%. El actor, que ha sabido enganchar a los votantes al ritmo y al tono de show de su campaña, ha sacado ventaja de esa bisoñería y se ha hecho con el voto del desencanto con la élite política y la oligarquía. Zelenski liderará el último país en guerra de Europa, un Estado geoestratégico, marcado por la tensión con Rusia.
Los datos han sido tan tremendos que Poroshenko se ha apresurado a reconocer su derrota antes de conocerse los resultados oficiales. El descontento de la ciudadanía por la situación económica, los constantes escándalos de corrupción que el veterano político no ha atajado en sus cinco años de Gobierno y la angustia por el conflicto en el Este, que ya ha costado la vida a unas 13.000 personas, han empujado al actor al poder.
Ucrania pasa a engrosar así la lista de países que han entregado las riendas a líderes ajenos a la política en un momento de agitación política en todo el mundo, con el Brexit en Reino Unido, la elección del magnate Donald Trump en Estados Unidos o el Movimiento 5 Estrellas en Italia, inspirado en otro cómico: Beppe Grillo.
Zelenski, que precisamente interpreta en una serie a un honrado maestro que, tras convertirse en una estrella en las redes sociales, gana las elecciones, ya lo vaticinó el viernes cuando, en el estadio olímpico de Kiev, en un debate electoral inédito, le lanzó a Poroshenko: “No soy tu oponente, soy tu sentencia”. El magnate de los dulces —conocido así porque ha hecho su fortuna con sus empresas de chocolate— lo tenía difícil para remontar. Ya en la primera ronda tuvo la mitad de votos que el cómico (16% a 30,2%). Aunque pese a contar con todos los sondeos en contra, Poroshenko confió en el voto oculto y en los indecisos hasta el final.
No ha podido sobreponerse al enojo de una ciudadanía hambrienta de cambios. Y ese cambio tiene el rostro y el nombre de Volodímir Zelenski.
El cómico ya se levantó ganador. Antes de votar, rodeado por un enjambre de periodistas, contó que había desayunado huevos y que su esposa, Yelena, le había puesto una canción del rapero Eminem para motivarse. Muy acorde con el personaje que ha cultivado durante toda la campaña. “Hemos unido Ucrania, no importa lo que pase, será una victoria para los ucranios”, recalcó Zelenski al ir a votar. Dentro, para las decenas de cámaras que le esperaban, el actor mostró sonriente su papeleta marcada. Un gesto prohibido por la ley en Ucrania, que le ha costado 170 euros de multa. “Os prometo que no os decepcionaré”, insistió al conocer su victoria.
Acompañado de su esposa y rodeado de su equipo, en la sede electoral de su campaña, un moderno restaurante con barra libre de champagne y canapés, Zelenski se dirigió a todos los países del espacio post-soviético. “Miradnos. ¡Todo es posible!”, clamó entre aplausos.
Las elecciones de Ucrania, son clave para todos los Estados de la antigua Unión Soviética, que han observado con mucha atención la competencia política abierta inédita en casi todos sus territorios. En plena tensión con Rusia, que en 2014 se anexionó la península ucrania de Crimea y con un conflicto latente en el Donbás con los separatistas apoyados por el Kremlin, este país de 44 millones de habitantes es un punto clave para Europa y todo Occidente.
Para muchos, la elección de ayer ha sido un referéndum contra Poroshenko y contra su Gobierno. Pese al contraste, el político y empresario aseguró anoche que dejará “el puesto pero no la política”. Y resaltó que llamaría a su adversario, con el que ha intercambiado duras palabras durante toda la campaña y al que ha acusado de ser demasiado débil para enfrentarse al presidente ruso, Vladímir Putin, y de ser una marioneta del oligarca Igor Kholomoiski, dueño de los canales de televisión en los que se difunde la serie de Zelenski, que ha supuesto minutos de oro e impagables de propaganda electoral. Vínculos que el actor ha asegurado que son solamente profesionales, pero sin abundar más en su relación.
El magnate de los dulces centró su mensaje en el lema “Idioma, Ejército, Religión”, al potenciar la lengua ucrania sobre el resto —la rusa y otras minoritarias que también se hablan en el país, como el húngaro, el polaco o el rumano—, aumentar el presupuesto para el Ejército y presionar para escindir la iglesia ortodoxa ucrania de la rusa.
Pero esos elementos no parecen haber convencido al electorado de uno de los países más pobres de Europa, donde el salario medio es de unos 300 euros mensuales y millones de personas han salido al extranjero en busca de mejores oportunidades. En 2018, los trabajadores en el extranjero enviaron a casa casi 13.000 millones de euros en 2018, según el Banco Mundial; el 11% del PIB del país.
Los analistas afirman que Zelenski ha encontrado apoyos en muchos grupos sociales: jóvenes, mayores, hombres y mujeres; hablantes de ucranio y de ruso. Y que cuenta con un electorado mucho más variado que el de Poroshenko. Los sondeos a pie de urna muestran que solo en el oeste, feudo de Poroshenko, los porcentajes están cercanos. Sin embargo, su programa electoral es muy vago y el actor no ha dado apenas explicaciones de lo que pretende hacer con el Gobierno. Algo que, sin embargo, parece haberle dado puntos. Al no prometer demasiadas cosas concretas, ha dejado que los ciudadanos rellenen esos huecos en blanco con sus propias expectativas.
(El País)