¿A qué edad maduran los sueños de los niños? En el caso de Aaron Anselmino, desde que tiene uso de razón. Este chico de apenas 18 años, que jugó sus primeros minutos siendo profesional en Boca Juniors como si fuera un veterano de mil batallas, tuvo claro prácticamente toda su vida adónde quería llegar. Por eso cambió aquellas lágrimas que de pibe dejó correr por sus mejillas cuando tuvo que dejar su pueblo ubicado al norte de La Pampa -en el límite con Córdoba- por las del anhelo concretado de jugar en La Bombonera.
Desde temprana edad, Aaron descubrió su pasión por el fútbol. En la pequeña localidad pampeana de Bernardo Larroudé, prácticamente no hubo calle por la que no paseara con una pelota bajo el brazo o en los pies. Si bien era el pibe más destacado de la categoría 2005 de Juventud de Banderaló, localidad contigua a su Larroudé natal, fue con la camiseta de Sportivo Realicó que Anselmino llamó la atención de un captador de Boca Juniors en el campeonato “Sueño Celeste”, organizado por Atlético Rafaela por agosto de 2013.
En una suerte de préstamo, la promesa pampeana integró la delegación del equipo de Realicó que enfrentó a Boca en ese torneo relámpago, en el que el Xeneize reclutó también al “Changuito” Exequiel Zeballos, y el hoy delantero de Tigre, Facundo Colidio (ambos categoría 2000). Los de la Ribera compitieron con la 2003 y la 2005, donde un jugador rival se destacó, pese a haber sido derrotado. Se trataba de Aaron Anselmino, que hasta ahí jugaba como mediocampista, y ya llamaba la atención por su altura y piernas largas con apenas 8 años.
La desazón que cargaban los chicos pampeanos se contrarrestó con la consulta del cazatalentos boquense, Diego Mazzilli, a la familia de Anselmino. Los compañeros se emocionaron cuando se percataron de que había sido convocado para formar parte del club de La Ribera en los siguientes meses.
A principios de 2014, Aaron viajó a Buenos Aires para unirse a las filas de las juveniles de Boca Juniors. Su círculo íntimo le contó a Infobae que como tenía familiares a apenas unas cuadras del ex predio de La Candela que poseía la institución, se alojaba ahí desde el día jueves, se entrenaba, jugaba el fin de semana en la Liga Metropolitana (a esa edad todavía no compiten en AFA), y se volvía a Larroudé. Mazzilli, su descubridor, lo llevó de la mano a su primera práctica con chicos dos categorías más grandes -porque la 2005 no practicaba- y no desentonó.
Recién con edad de Novena para Octava (12/13 años) el ex coordinador de inferiores, Claudio Vivas, le hizo un lugar en la pensión de Casa Amarilla, que resultó ser su segunda casa. Fue en ese tiempo que halló su posición definitiva en la cancha: defensor central. El “Topo” Luis Lúquez lo probó allí, y nunca más salió de la cueva.
A los campeonatos en juveniles se les sumaron torneos regionales en distintas provincias argentinas, y también en el exterior: viajó a Rusia, Japón y Bolivia, donde el año pasado capitaneó al equipo dirigido por Matías Donnet, que le ganó la final de la Copa Evo a River. Casi siempre con la número 6 en la espalda, y portando la cinta en el brazo.
Anteriormente, se había pulido en Séptima División con otros dos ex futbolistas de Boca, como Antonio Barijho y Martín Andrizzi, que lo tuvieron como bastión de la defensa a lo largo de todo 2021. Infobae lo había destacado como una de las joyas a seguir, junto a otras promesas como Gonzalo Morales, Lautaro Di Lollo y Valentín Fascendini. “Aaron Anselmino, capitán y número 6, es una torre que despeja todo de cabeza, y se impone casi siempre en el mano a mano. Inclusive, sobre el final, fue a jugar de 9 para ganar en los balones aéreos”, fue su descripción tras la final perdida con San Lorenzo en el Predio Tita Mattiussi de Racing.
Su crecimiento no se detuvo. Mariano Herrón lo convocó por primera vez a Reserva a principios de este año, y tuvo rodaje esporádico con entrenamientos en Primera División desde que Sebastián Battaglia estaba a cargo del plantel. La bendición de Marcos Rojo, su compañero de zaga en el duelo preliminar frente a Arsenal de Sarandí en el Predio de Boca, fue el último elemento que llevó al Consejo de Fútbol a decidirse por firmarle su primer contrato. La Torre pampeana estampó la rúbrica, se fotografió con “Chicho” Serna, y quedó ligado en Boca Juniors hasta fines de 2027. Pero lo mejor todavía estaba por venir...
A las pocas horas, Jorge Almirón lo citó para el partido frente a Lanús en la Bombonera. La enorme cantidad de bajas en la zaga central, lo habilitaron para ser opción. De hecho, el espigado defensor de 1,86 tuvo la responsabilidad de ingresar en el complemento del compromiso que estaba 1-0 a favor del “Granate”, por la lesión del paraguayo Bruno Valdez. Firmeza, solvencia, buen juego aéreo y mano a mano, fueron algunas de las características que exhibió el canterano que fue vitoreado por el público, luego de varias intervenciones. Pasó de acercarle con la mano el balón a los jugadores siendo alcanzapelotas, a hacerlo dentro del campo con los pies.
“Lo vi en un entrenamiento. Hizo un par de jugadas, lo vi jugar en Reserva con (Marcos) Rojo al lado, y me sorprendió. Más allá de la juventud que tiene, lo hizo realmente bien. Parecía que tenía 200 partidos. Entrar a la cancha de Boca y jugar como jugó... Uf. No es fácil”, fueron los elogios de Almirón en conferencia de prensa para Anselmino, a quien le advirtió que probablemente le toque mechar entre la Reserva y el plantel profesional, aunque lo cierto es que de ahora en más, será muy tenido en cuenta.
La apariencia de experimentado dejó de ser tal, después de que el árbitro pitara el final del partido en la Bombonera. Le bajó la adrenalina y se le vino encima toda la emoción que cargó en las horas previas. Anselmino agachó la cabeza e intentó ocultar sus lágrimas, tan genuinas como lógicas. Acababa de cumplir el sueño que había tenía desde muy pequeño. El “Pulpo” González, paternal, se acercó para abrazarlo, contenerlo y aconsejarlo camino al túnel. Los aplausos de los plateístas no se hicieron esperar. Y hubo más tiempo para emocionarse en los pasillos del estadio, cuando se reencontró con sus familiares que habían arribado en masa para ver en vivo lo que podía llegar a ser su estreno.
Al día siguiente, Aaron posó con la camiseta azul y oro con el número 50 que porta su apellido -y su firma- junto a los responsables de la pensión del club. Esa fue su ofrenda por tantos años de hospitalidad y apoyo.
A más de 500 kilómetros de la Bombonera, se forjó el sueño de un pibe que movilizó a su pequeño pueblo de menos de dos mil habitantes, y también a toda una provincia que se identificó con Boca con sus antecesores José María Calvo -aunque es de Quenumá-, Nicolás Capaldo y el campeón mundial Alexis Mac Allister, uno de los hijos de otro pampeano como el Colorado Carlos. Ahora, en el corazón de La Boca, los fanáticos “Xeneizes” se ilusionan con verlo triunfar y levantar copas.
(Infobae.com)