Arribaron a su ciudad natal el fin de semana. Los lectores encontrarán todavía otros tres capítulos de su viaje, después de enviar el motorhome que los trasladó vía Kuala Lumpur a Ecuador por barco, para recorrer los últimos kilómetros terrestres por Latinoamérica.
Anduvieron 16 meses. “No más, para que los nenes vuelvan a ver a los abuelos. Tratamos de encontrar un equilibrio de la vida familiar”, relataron ante el cronista.
Con semejante viaje, las anécdotas se suceden, los detalles son interminables y las preguntas frente al paso por cada país abren abanicos interminables de narraciones. Aquí trasladaremos unos pocos, los que permite el espacio en relación a la tolerancia del lector.
Pero habrá mucho más para descubrir con los Zircaos y sus hijos, que se traducirá en distintos trabajos que ya están en avanzados proyectos, mientras se preparan para seguir el viaje, ahora hacia Alaska, en un futuro no muy lejano.
LA COMUNICACIÓN
Acostumbrados a comunicarse con sus semejantes más allá de las lenguas conocidas, Roxana y Guillermo no dejaron de asombrarse frente a la facilidad de los chicos por entablar comunicación con niños que hablaban idiomas completamente desconocidos para ellos.
“Nuestros chicos son re sociables, hicieron amiguitos en todos los países… pese al idioma. Llegábamos a un parque donde había chicos, se miraban, hacían algún gesto y ya salían corriendo a jugar”, contó Roxana.
Y reveló que “los nenes escribieron un diario como parte de las actividades. Son muy lectores y cumplieron con el programa para estar al día con la educación. Están en tercer grado”.
ASOMBROSA IRÁN
“Nos asombramos con Irán y Pakistán. Fue como una película, los tres meses que estuvimos… De Irán no sabíamos nada. Fue una gran sorpresa ver con lo que nos encontramos. Veníamos escuchando de otros viajeros que la gente era hospitalaria. Todos concuerdan en que es el país más hospitalario del mundo. Uno va con cagazo, estamos muy bombardeados con noticias sobre la violencia y nos olvidamos que la gente es lo más importante. Fue el país en el que menos gastamos en todo el viaje porque todo el día eran invitaciones. No te dejan pagar nada y a su vez el gas oil vale 1 peso con 50”.
“Díganle al mundo que somos gente buena, que se enteren que somos buena gente, que no somos como nos ven en el mundo –cuentan que les repetían la mayoría de iraníes con los que se encontraron-. Ellos saben que el mundo los ve con una mirada negativa. No te dejan ir. Tenés que ir dispuesto a decir que no muchas veces porque no te dejan ir. Te dicen: dormís acá. Comés acá. Y no fue por ninguna razón en especial. Son así con todos los viajeros. Nosotros estacionábamos y ya nos tocaban la puerta y nos invitaban. Vení a mi casa. Es muy fuerte. Venían a la camioneta con el desayuno, con comida. Y cuando le dábamos las gracias nos decían que a ellos no teníamos que agradecerle, que teníamos que agradecerle a Dios. Los invitados para ellos son regalos de Dios y ellos sienten que tienen el deber de atender al invitado”.
LA VESTIMENTA
“En Irán yo lo viví en carne propia –dice Roxana al recodar el tema de la vestimenta de la mujer-, porque es por ley que la mujer debe estar cubierta. Sean turistas o locales. Hay otros países musulmanes donde la mujer opta por estar cubierta o no. En Irán tenés que cubrirte por ley, es obligatorio. Tenés que estar con la cabeza tapada y con mangas hasta las muñecas. Yo no lo sufrí porque era invierno, pero en verano deben estar así con 50 grados y con ropa de colores oscuros”.
“Fue una experiencia alucinante, porque por ejemplo nosotros estábamos en nuestra casa, donde tenemos una cortinita y pasamos a la cabina y mi amiga no me dejaba ir sin la cabeza cubierta. Fuera de tu casa tenés que estar tapada. Y en las viviendas tienen las habitaciones para cambiarse. Vos llegás y te dicen cuál es la habitación para cambiarte, porque lo normal es que lleguen todas tapadas y vayan a cambiarse y salgan con la ropa que les gusta, con minifalda, con escote, aunque eso varía según sea en una ciudad o en un pueblo. Hubo lugares donde convivimos con familias en las que la mujer nunca se sacó el velo, porque sólo se lo quita frente a su padre, su hermano, su suegro o su marido”.
“Pero de todos modos –reconvienen ambos-, el mundo occidental lo único que ve es que la mujer tiene que cubrirse. Para ellos no es lo más importante. Para la mujer no es lo peor tener que cubrirse… por ahí hay otras cosas que no son tan importantes como andar cubierta… Pero como contrapartida, dentro de todos esos países, Irán es el país en el que la mujer tiene más derechos. En Siria o Líbano no tiene que andar tapadas, pero si el marido no les firma un papel no pueden viajar, no se pueden mover del país sin permiso”.
“Trascienden los casos aquellos en que las mujeres infieles son lapidadas. Existen y es cierto, pero son casos aislados, no lo común. Pero como la noticia vende es lo que leemos de este lado del mundo”.
“Y contrariamente a lo que se cree, en Irán la mujer no es sumisa. Conocimos mujeres solas, con sus hijos, separadas, con novio. Mujeres fuertes, con mucha actitud. No todo es como uno se imagina. En Pakistán es distinto. Ahí sí la mujer siempre se queda detrás del hombre y no comparte los diálogos. En una casa a la que fuimos a la mujer la vimos cuando nos la presentaron, después comimos con ella y a Roxana le permitieron quedarse porque estaba conmigo. Eran todos hombres y nunca más las vimos. Y estuvimos en casas de distintas clases sociales y en todas es igual”.
“Fuimos más que como turistas como viajeros que vivían el día a día. Teníamos que resolver lo que ocurría en nuestra casa. Acá abrís una canilla y sale agua. Vas al baño, apretás el botón y se va todo por el inodoro. En la casilla tenés que ocuparte de todo a cada momento”.
“Nunca pagamos para dormir, no fuimos a camping, estacionábamos en lugares que veíamos más o menos seguros”.
“A los niños les encantan los museos, así que no nos perdimos ninguno, porque además las entradas a los museos son baratas”.
“Paramos mucho en pueblitos chiquitos, no en ciudades grandes. Hacíamos 150 kilómetros y llegábamos a un pueblito, nos gustaba y decíamos: bueno, paramos acá”.
COSTUMBRES
“Fuimos mucho a los parques, a las plazas… en Turquía, en Irán, la gente va mucho a las plazas, acostumbra hacer picnic, pero no son de llevar la bolsita de papa fritas, los alimentos elaborados, no. Se llevan la hornalla, el hornito, la cebolla, el tomate… van a cocinar al aire libre. Parás ahí cerca y empezás a sentir los olores de la cebolla, del ajo, de los condimentos… en Turquía era hermoso ponerte a contraluz cuando atardecía y empezabas a ver los humitos de los hornos con los que calientan el té, porque tampoco llevan el termo con agua caliente. La calientan ahí mismo, en un hornito de chapa al que le van prendiendo ramitas abajo. Es la ceremonia de preparación del té. Sentíamos que era una vida simple en el sentido de no tanta invasión de consumo. Vos veías a la gente y no había nada de diseño, era todo básico pero útil”.
“Nos llamó la atención que los camioneros hacen lo mismo. Paran y cocinan, es como que van a otra velocidad”.
CUSTODIADOS
“Lo más loco que nos pasó en la vida fueron esos 4 o 5 días en Pakistán, escoltados constantemente –recordaron-. Está muy cerca la frontera de Afganistán y circula mucho el opio. Entonces por seguridad no dejan que nadie circule sin custodia. Dormíamos en estaciones de policía y no podíamos ni salir. Hasta que nos escapamos, en Quetta, después de firmar una carta donde aceptábamos seguir bajo nuestra propia responsabilidad. La firmamos, pero igual no nos dejaron seguir solos. Al día siguiente, cuando íbamos llegando al destacamento de los que nos escoltaban, dijimos que queríamos parar y ellos nos insistieron en seguir 2 kilómetros más, hasta su retén. Cuando llegamos, nos dijeron que hiciéramos 2 kilómetros más hasta la estación de policía donde nos iban a estar esperando. Y ahí estaba todo oscuro, porque no hay electricidad, no hay alumbrado público… y ni miramos para el costado y seguimos. Dijimos, bueno, si no nos para nadie, seguimos. Fuimos hasta una estación de servicio donde dormimos y al otro día agarramos por otro camino y ya no nos encontraron más… Y cuando nos volvieron a parar nos preguntaron por la escolta y les dijimos: no, no, ya nos dejaron seguir…”
“Tailandia ya conocíamos, pero Malasia y Myanmar no… En Tailandia entramos a una autopista y llegamos a una estación de servicio… no conocemos Estados Unidos, pero nos hizo pensar en eso… un playón inmenso donde tenés Starbucks, Mc Donalds… todo lo que te puedas imaginar. Bien típico de película yanki para llevar a los niños, un mundo super consumista”.
“Pero después estuvimos en una playita hermosa cerca de Phuket, donde ocurrió el tsunami… Nos poníamos a mirar el mar y no podés sustraerte de pensar. Ahora hay muchos carteles que alertan que en caso de tsunami corras hacia la montaña…”
“Todo el viaje manejó Roxana”, precisó Guille y no es un dato menor que en 35.000 kilómetros no pincharon ni una rueda, pese a los caminos caóticos por los que circularon. Tampoco les pusieron ninguna multa.
“En Irán no nos cobraron peaje –recordó Guillermo-. Nos preguntaban: ¿De Argentina? Pasen pasen… Argentina ahora es sinónimo de Messi, de Maradona ya no se habla…”
CUMPLE CON KUSTURICA
“Mi cumpleaños lo pasé con Kusturica –se ufanó Roxana, admiradores los dos del cineasta y músico-. Fue un flash eso… Kusturica andaba por la calle con pantalones y remera gastada. Sabíamos que tenía un pueblo, con las calles con nombres de toda gente que él admira como el Che Guevara, Maradona, Kurosawa… estábamos medio de paso, enganchamos internet a 70 kms., lo googleamos y decidimos ir”.
“Llegamos y el hombre que organizaba el tránsito cuando entramos nos dijo: Kusturica está aquí! No lo podíamos creer. Y justo había un festival de música clásica rusa que cerró el propio Kusturica, así que nos quedamos 4 días. El festival fue muy bello. En realidad él compró un predio privado, hizo construcciones antiguas en medio de la montaña y los turistas van ahí. No es de lujo. No es muy caro. Tiene un anfiteatro. Había muy poca gente y él andaba por ahí. Se cruza con la gente y se saca fotos, ya está acostumbrado. No es un pueblo que existiera de antes. Es un pueblo que creó él, donde se reúne con sus amigos y toca con su banda. Sale en su moto y se detiene a charlar con la gente. Nosotros le hicimos mandar saludos para General Pico”, recuerdan risueños.
Lo más impactante para los viajeros fue su paso por Bosnia. “Las casas con impactos de las balas que nunca arreglaron. Parecen coladores. Pasaron más de 20 años y no han hecho ni siquiera un reboque nuevo”.
EL CAMBIO MONETARIO
“Afuera de Europa, no tuvimos problemas con el cambio. Pagamos con tarjeta donde aceptaban, pero en todos lados hay casas de cambio o bancos donde cambiás por la moneda local sin problemas”.
“Con el combustible tampoco: en Irán cuesta 1 peso con 50 el litro, en Ecuador con un dólar cargás cuatro litros, en Chile el litro sale 9 pesos, o sea, la mitad que acá… desde Ecuador bajamos por Perú, Chile y entramos por Jujuy, por el Paso de Jama. Hicimos muy rápido todo”.
“En Purmamarca nos encontramos con gente de Pico… nos decían: los vimos en los videos de Maracó. Otra gente que no conocemos nos saludaban en la ruta: bienevenidos, nos decían… La mayoría nos habla del diario, nos dicen que nos ven en MaracóDigital”.
LA COMIDA
“Había que resolver el día a día con la comida, según el lugar donde estuviésemos. En muchos lugares la comida es muy picante, pero frutas y verduras y arroz se consigue en todos lados. Pero por ejemplo, acá estamos acostumbrados al queso. Donde anduvimos no se consume queso. Y donde lo encontrás vale una fortuna. Moríamos por un pedazo de queso… en Nepal está el queso de yak, que es un animal parecido al cebú, es re barato, así que lo comimos en trozos, lo rallábamos para las pastas…”
“Desde Italia salimos con 40 kilos de pastas y nos alcanzó hasta Malasia… pollo y cerdo también se consigue en todos lados. En Malasia probamos carne de cebú, pero si no tenés el tiempo para cocinarlo muchas horas es incomible por lo duro”.
“En ninguna frontera tuvimos problema. En Chile sí, nos sacaron las papas, los huevos, las cebollas, los ajos…”
AGRADECIMIENTOS
De puño y letra de Zircaos:
“Gracias a cada uno de ustedes por habernos acompañado en esta vuelta al mundo, siguiendo cada capítulo, cada crónica. Cada mensaje recibido se transforma en energía”.
“Gracias a la Municipalidad de General Pico”.
“Gracias a cada una de las empresas que se sumaron a nuestro viaje”.
“Gracias a Maraco Digital por el espacio”.
“Gracias! Gracias por acompañarnos a viajar por este mágico mundo”.