El caso de violación fue denunciado por una mujer de esta ciudad que relató a la justicia los hechos de los que fue víctima, con violencia de por medio.

Nadie lo dice de modo formal, pero todos aseguran que el juez Alejandro Gilardenghi otorgó la prisión domiciliaria al acusado, porque es su amigo.

La víctima, una mujer mayor de edad, relató que con el acusado mantuvieron una relación de 5 o 6 meses, pero que le pusieron fin.

Y que en un encuentro posterior, el hombre la sometió sexualmente y con violencia. El acusado, al declarar, afirmó en cambio que mantuvieron relaciones sexuales consentidas.

Pero la mujer ofreció pruebas de que se trató de una relación violenta. El análisis médico habría arrojado como resultado la existencia de señales de la agresión.

Cuando el caso llegó ante el juez de Control Alejandro Gilardenghi, el fiscal sustituto Luciano Rebechi pidió la prisión preventiva para el acusado, en tanto se sustancia la causa.

Fue cuando Gilardenghi resolvió otorgarle prisión domiciliaria, una figura inusual y desusada para estos casos.

En diálogo con periodistas locales, el fiscal general Armando Agüero, declaró que le resultó “llamativa” la resolución de Gilardenghi, tras recordar que durante su actuación como fiscal se mostraba duro e inflexible con este tipo de casos de género o de violencia contra las mujeres.

Agüero negó en forma terminante haber mantenido siquiera un cruce de palabras con Gilardenghi en los pasillos de Tribunales, pero ratificó que sus declaraciones al respecto fueron tal cual se reflejó.

Más allá de la cierta implicancia judicial que tiene otorgar un beneficio semejante al sospechoso de un delito grave como es una violación sexual, no puede soslayarse la gravedad intrínseca que la actitud tiene para con aquellas personas que descreen de la justicia en casos como estos.

El actual juez y ex fiscal no puede desconocer la estadística que maneja la propia justicia respecto a la cantidad de delitos sexuales que se producen y no se denuncian por diversos temores. Justamente este es uno de ellos: que cuando el hombre-magistrado debe impartir justicia lo haga pensando en el amigo, en vez de hacerlo de modo imparcial o de excusarse si no va a ser ecuánime.

Porque “en pueblo chico…” todo el mundo sabe y así lo repite en cada comentario, el acusado –hermano de abogados e integrante de una conocida familia de General Pico, al igual que la víctima-, es amigo del juez.