El Presidente llevaba puestos unos auriculares, de los cotonetes del MP3 se escapaba una voz conocida.
Uno de los asesores entró al despacho para avisarle que una turba se había instalado en las afueras de la Casa de Gobierno. El Presidente no lo oyó, la voz que salía de los auriculares lo ensordecía más que la multitud que estaba afuera. El asesor no sabía si estaba muy alto el volumen del aparato o simplemente si los oídos del Presidente no estaban capacitados para escuchar a la gente; estimó que la segunda era la opción correcta.
_ ¡¿No escucha señor Presidente?!, casi gritó el asesor.
_ Sí. Estoy escuchando discursos de Cristina para ampliar mi vocabulario y para convencer y seducir a la gente. No es tan difícil eso que llaman Demagogia, dijo el Presidente.
_ ¿Por qué mejor no prueba con esto?, le dijo el asesor alcanzándole un diccionario.
El Presidente miró el libraco y dijo: "¡ Que loco esto! Está lleno de palabras y encima en orden alfabético. ¿De dónde lo sacaste?"
El asesor no dijo nada al respecto pero sí le hizo afinar el oído para que escuche a la gente que entraba, con sus voces, en la oficina.
_ ¿Qué es todo ese ruido?, preguntó el Presidente.
_ El Pueblo...
_ ¿Lo qué? ¿Qué es eso?, repreguntó el Presidente.
_ El Pueblo señor. Votantes. Votos.
_ ¡Ah, esos! Ese mal necesario que tiene la Democracia. ¿Me vinieron a ver?, recontrapreguntó sonriente el Presidente.
El asesor asintió.
_ ¿Qué quieren?, recontraremilpreguntó el Presidente. "¡Ah! Ya sé. Quieren que baile", se contestó.
El asesor transpiró.
_ Alcanzame el bastón y decile a la petisa que me haga la gamba y que venga a cantar Gilda.
_ No es petisa, se permitió contradecirlo el asesor.
_ ¿Cómo que no? Si me llega por acá, dijo el Presidente señalándose la cintura.
_ Lo que pasa es que usted es un gigante, usó su cintura el asesor.
El Presidente agarró el bastón y se tiró un paso. A mitad de la coreo miró el bastón y, en deja vú, dijo: "¿Y ahora qué hago con esto?
La gente no lo vio ni lo escuchó esta vez; ellos tenían la respuesta a la pregunta.
_ No le aconsejo que baile si me lo permite, primerió el asesor. En realidad no es la razón por la que parecen estar afuera.
_ ¿Y por qué están? ¿Qué quieren ahora?, quedó afuera de la realidad el Presidente.
_ Hambre, dijo el asesor por lo bajito.
_ ¿Eso reclaman? ¿Más hambre?
_ No señor Presidente, al revés.
_ ¿Erbmah sám? ¿Namalcer ose?
El asesor tuvo que explicarle al derecho y al revés mientras el Presidente giraba la cabeza como la mina del Exorcista.
_ ¡Qué raro! Porque siempre quieren más estos. Nada les alcanza ¿Pero al final que quieren? No los entiendo, dijo el Presidente sobreoxigenado de caminar la patria.
_ Creo que quieren comer.
_ ¿Comer? ¡Insaciables! Satisfacer el hambre con comida es una salida fácil. Se van a acostumbrar y van a engordar. La obesidad es una enfermedad, no quiero que a mi pueblo le pase eso. ¡Quiero un pueblo lindo! ¡Quiero un pueblo de gente flaca! Dame un discurso, le ordenó al asesor.
_ Teníamos uno solo y lo gastamos en el inicio de sesiones del Congreso.
El Presidente se clavó los auriculares, escuchó por unos minutos uno de los discursos que tenía en la lista de reproducción y como si se hubiera pegado un saque salió disparado al balcón de la Casa de Gobierno.
El asesor se quiso disparar en la cabeza pero puso en marcha el "Protocolo de discursos" que consistía en unos parlantes apuntados hacia el balcón. Del parlante salían ovaciones, aplausos y había un botón rojo para "pipear" que era simplemente tapar algún grito no deseado con unos Piiipp, pip, piip.
El micrófono se acopló pero el Presidente ya estaba lanzado como camión con acoplado.
"¡Hermanos y hermanas! ¡Padres e hijos! ¡Tíos y sobrinos! ¡Abuelos y nietos! ¡Tatarabuelos y tataranietos! ¡Suegros y yernos! ¡Cuñados y cuñadas!...¡Huérfanos de mi patria! ¡Este Presidente sólo quiere vuestro bien. Este Presidente está para velar por ustedes! La discusión no es: comida sí o comida no. El hambre no es el mal de nuestro pueblo. Obesidad, bulimia, anorexia son nuestros enemigos. Tenemos una política de estado contra estos enemigos de la sociedad que se verá en un futuro no muy lejano. ¡La desnutrición infantil no es un problema; es una inversión, es la solución! Este Presidente trabaja para cuidarlos. Ese es mi deber pero si ustedes insisten en querer comer y engordar no puedo decirles que no. ¡Soy su Presidente pero también su esclavo como los que trabajan para Juliana! Entonces: ¡Menú ejecutivo para los trabajadores! Le sacaremos el IVA al alga nori. ¡Sushi para todos!..."
_ ¡Estoy podrido de comer arroz y salteado!, se filtró un grito por una hendija del "Protocolo de discursos".
El Presidente lo miró al asesor que no tenía las manos suficientes para dar con los botones de la consola y le dijo sonriente: "Saltean el arroz, son cheff. Sé cómo hablarles, ¿viste?"
El Presidente intentó seguir mientras el asesor le hacía señas para que no lo intente, pero para hacerle señas había tenido que sacar las manos de la botonera.
_ ¡Salmón rosado con salsa de camarones y timbal de arroz azafranado para todos! Después les paso la receta mis futuros gorditos rechonchitos de mi Patria. Ahora se las debo...
La consola sin mando dejó que los silbidos de la gente abortaran el discurso del Presidente que no comprendió porque habían pasado tan rápido de los aplausos a la puteada.
_ No los entiendo, desde que asumí están pidiendo que les explique las recetas de Gobierno, dirigió su duda al asesor que dudaba de seguir con su cargo.
_ Su paladar es muy exquisito señor, dijo el asesor que había decidido no pasar a ser un desocupado más.
El Presidente se quedó pensando en lo que le había dicho.
_ Igual manejar las masas es fácil. Hablando de masas, me dio hambre. Mandá a comprarme masas finas, no llenas de grasa como esta masa de afuera.
El asesor se disponía a cumplir con el capricho gastronómico cuándo el Presidente, salido ileso de una pequeña cavilación, tiró otro paso y algo parecido a una conclusión.
_ ¿Tendría que haber hablado de choripán, no? ¿Fue eso?
_ Claro señor Presidente, dijo el asesor renovando su contrato por un tiempo más.
_ ¡Estos choripanegros!, dijo el Presidente subiéndose a la cinta para seguir recorriendo los extensos territorios de la Patria.